Opinión

Las juventudes en los procesos de cambio

Una combinación de idealismo, generosidad, solidaridad y rebeldía ante las injusticias, impulsa a jóvenes, hombres y mujeres a manifestar su descontento y alienación ante fenómenos políticos como las dictaduras, los regímenes totalitarios y represivos, en que la exclusión social y la corrupción van de la mano hasta alcanzar situaciones límite en que ya no existe la posibilidad de protestar de manera pacífica, por lo que optan por tácticas diversas: marchas, paros, manifestaciones.

También factores económicos como el desempleo, el alza en los precios de los alimentos, la escasez de bienes, pueden desembocar en malestares colectivos que no logran ser canalizados por medios no violentos.

Estos estados y estas tomas de conciencia en ocasiones son manipuladas por intereses espurios, desnaturalizando y deformando de esta manera las legítimas motivaciones de las masas.

Cuando ello ocurre se genera un nuevo ciclo de descontento y frustración que debe ser reprimido apelando a los arrestos masivos, utilizando a las fuerzas policiales y/o castrenses para intentar sofocar, así sea temporalmente, ese malestar y esa indignación masiva.

La historia ofrece diversos ejemplos de estas reflexiones. Entre ellas pueden citarse los movimientos cívicos acaecidos en Centro América en 1944, que derrocaron a las tiranías de Ubico en Guatemala y Hernández Martínez en El Salvador. En ambos, tanto la juventud estudiantil como militar estuvieron a la vanguardia de esos trascendentales acontecimientos.

En Honduras, jóvenes colegiales y universitarios se lanzaron a las calles en protesta por el autoritarismo del jefe de Estado, Julio Lozano Díaz, y cuando practicó las elecciones más fraudulentas de nuestro pasado para permanecer en el poder fue desalojado del mismo por las Fuerzas Armadas el 21 de octubre de 1956.

En Cuba, el Directorio Estudiantil y el Movimiento 26 de Julio estuvieron integrados, en buena medida, por jóvenes urbanos y rurales que activaron en la clandestinidad para derrocar al dictador Fulgencio Batista, logrando su derrocamiento y huida entre 1956 al primero de enero de 1959.

En Nicaragua, en la lucha por sacudirse de la dinastía Somoza, también los “muchachos” como eran afectivamente llamados por sus compatriotas, ofrecieron su sangre en pro del objetivo común, teniendo como ejemplo la gesta nacionalista de Augusto César Sandino.

A pesar de tener que hacer frente a una feroz guardia pretoriana, alcanzaron su objetivo en 1979.

Más recientemente, en Chile, estudiantes de nivel secundario -los llamados “pingüinos”-, y superior han encabezado marchas y huelgas en protesta por un sistema educativo privatizado que favorece a los sectores altos, discriminando a las hijas e hijos de la clase media y popular. Sus planteamientos han sido recogidos por la alianza electoral que posibilitó la victoria presidencial de Bachelet.

Hoy es Venezuela quien ofrece un ejemplo de activismo e inconformidad de amplios sectores poblacionales, en los que se han colocado al frente las juventudes, tanto en Caracas como en otras ciudades, en rechazo a un régimen incapaz de hacer frente al deterioro de la economía, a la violencia delincuencial y que debe crecientemente apelar a la represión y la demagogia para aferrarse al poder.

Por ello, debe iniciarse a la brevedad un diálogo honesto y participativo que desemboque en concertaciones conducentes a alcanzar la paz social y el reencuentro de todas y todos, sin discriminación para nadie.