Opinión

La verdad escondida

Estamos en plena era de la comunicación, expuestos a una montaña de información interesada mediante textos, fotografías, videos, audios que nos llegan por los medios tradicionales y las nuevas tecnologías, cada vez más invasivas.

Los propósitos pueden ser inimaginablemente variados: desde vendernos algún bien material hasta la visa para viajar al reino de los cielos.

En Honduras a menos de dos meses de las elecciones generales, cuando por primera vez en la historia parece estar en peligro existencial el bipartidismo, estamos sometidos a un intenso torrente propagandístico que si bien no se diferencia mucho de las anteriores, sí obliga a algunos cambios que la tornan más amena para quienes les gusta observar a mayor profundidad.

No obstante, contrario a la mercadotecnia tradicional honesta, que es aquella que aprovecha al máximo la buena calidad, la novedad, la utilidad del producto que promueve, llevándola incluso a crearle un “alma” para insertarlos en el cerebro de los consumidores, las técnicas de promoción de los políticos usan recursos más ficticios y acuden más a las trampas de la retórica, del ocultamiento de lo que no conviene, y hasta de las mentiras y las manipulaciones.

Pero no solo quienes aspiran a llegar al poder hacen uso de estos trucos. También quienes están en el poder, en este caso el gobierno del presidente Lobo, quizás esperanzado en ayudar a su partido, no ha dudado en elevar sus gastos en publicidad para convencer al pueblo de las bondades de su gestión.

Claro, aquí la cosa se pone cuesta arriba para quienes coquetean con las masas, porque ante realidades, hechos y estadísticas que abundan sobre la crítica situación que en diferentes órdenes queda Honduras después de estos cuatro años, y más si se abusa (como cuando se dice que desde enero a agosto de este año solo se reportó un asalto en el interior de un autobús en Tegucigalpa, donde en realidad se producen varios al día), la posibilidad de que alguien crea en esto, cae al mínimo.

Con respecto a la propaganda de quienes quieren convertirse en presidente o presidenta de la nación, en diputados o en autoridades municipales, y que son presentados como la salvación de Honduras o de sus departamentos y municipios, la verdad debe ser buscada entre los intersticios del tiempo y del espacio; una tarea nada fácil porque está bien escondida, pero que es necesaria para no simplemente dejarnos arrastrar por el torrente de la propaganda que ahora tiene muchas más formas que antes para llegar hasta nosotros.