Opinión

Las celebraciones de Navidad y Año Nuevo son propicias para proponernos a seguir el modelo que las motiva. El de un Jesús que llama al cambio, empezando por uno mismo.

El de un Jesús inconforme con la injusticia y la mediocridad. Que llama a resistir el consumismo que distorsiona el sentido de lo que debe ser reflexión a lo que mueva y a la definición de nuevas y superiores metas.

No al arraigo de disfunciones que como sociedad padecemos. El llamado que cursa y abarca todos los campos y que hay que atender. Si es que no cuesta tanto. Como es que nuestros dirigentes cierran sus ojos y sus oídos, olvidan sus promesas y en vez de preguntar, asumen posturas obtusas, que les dañan y nos dañan.

En estos días, que debieran ser de paz y seguridad, orientados por los evangelios que recuerdan la venida de Jesucristo, haremos bien en preguntar, “¿Pero qué debemos hacer?” Como la gente, los publicanos o unos soldados le preguntarán al Profeta (Lucas 3, 10-18), nosotros los hondureños, podríamos preguntar y preguntarnos, ¿qué debemos hacer?

Para acercarnos al ideal de buen vivir, a que nuestros gobernantes, si no saben, también pregunten. Sin soberbia, con la sabiduría y la humildad obligadas de quienes son responsables del destino de 8 millones de personas.

Preguntar a la conciencia, a las Sagradas Escrituras, a los demás, para no equivocarnos.

Lástima que unos 101 diputados no le preguntarán a Juan el Bautista, ni a Juan, San Juan después, el discípulo más amado, ni siquiera a Juan Pueblo, sino al Juan que no era. Uno que también ha de ser bueno, pero a quien hoy, la ambición lo tiene confundido. Han sacado, muy mal sacados, a cuatro magistrados.