¡Qué bonita jornada! La concurrencia masiva de compatriotas en las urnas, incluso antes de que se abriera la votación, era un indicio claro de que esta vez el número la abstencionistas sería inferior al presentado en comicios previos.
A parte de incidentes menores, muy común en este tipo de eventos, y de una situación crítica ocurrida en la ciudad de Talanga, todo transcurría en plena tranquilidad, al menos hasta el mediodía, cuando fue redactado este editorial.
A parte de lo anterior --y solo como muestra de la terrible violencia que sufre Honduras, sin nada que ver con el proceso electoral— en la zona de La Mosquitia, a 20 metros de un centro de votación, se produjo otra matanza en la que fueron asesinadas cinco personas, por lo que se retrasó el inicio de la votación, ya que el hecho sucedió a las 6:30 de la mañana.
Por lo demás, todo fue participación, civismo, fe en la democracia y respeto.
De esta forma el pueblo hondureño demuestra no solo su confianza en el sistema político sino su convicción de que la clave de la solución de los graves y múltiples problemas que agobian a Honduras está en sus propias manos, participando directamente en la elección de sus futuros gobernantes.
Ahora corresponde a los políticos, comenzando por aquellos que obtuvieron los dos primeros lugares, actuar con madurez, con amor patrio y respeto a la decisión de las grandes mayorías, ya sea para aceptar la derrota en las urnas o para manejar el triunfo no como un cheque en blanco que les permite hacer lo que se les antoje, sino como un compromiso ya no solo con sus seguidores sino también con todos los hondureños.
Cuando ya se tenga el resultado final de los comicios, o al menos una tendencia irreversible, el candidato ganador debería convocar a un gran encuentro con todos los demás aspirantes a fin de perfilar ciertos consensos indispensables para que Honduras cambie el rumbo hacia el desastre que se observa en la actualidad.
Ya el pueblo cumplió, esperamos que los políticos también sean capaces de hacerlo.