El día de la mujer es todos los días, a cada instante, en cualquier circunstancia o evento. En un mundo que ha sido subrayado en favor de lo masculino, es hermoso ver cómo paso a paso las mujeres vamos ganando esa “inclusión” que en algún momento nos fue vedada, y que bajo la óptica de aciertos y torpezas logramos asentar esa fe que nos hizo creer en las palabras de la actriz y comediante Bette Midler cuando dijo: “Dale a una mujer el calzado apropiado y conquistará el mundo”.
Desde siempre hemos caminado en silencio, con un porte tranquilo, con mucha energía, paso seguro y tomando apunte de los procesos diarios. Hemos sido constructoras de vida, bendecidas con la función reproductora contribuyendo con ello al ciclo vital, en su sentido más amplio: la crianza, educación, socialización, el humanismo y profesionalismo de las hijas e hijos.
Aprendimos que el ser mujer conlleva a mantener la mirada constante hacia nuestro interior, con una actitud autoreflexiva para darnos la posibilidad de reconocer y enmendar limitaciones y pulir algunos talentos.
Enfatizamos que una mujer ingeniosa jamás olvida las gestas que tuvieron que vivir nuestras abuelas y con agrado cultivamos esas historias en las nuevas generaciones.
Nos ejercitamos en el compartir y llegamos a la conclusión que una mujer, con el calzado apropiado, marca el sendero para que a otra fémina no le cueste avanzar y pueda elegir qué desea ser y que lo pueda puntualizar.
Coincidimos en que cada vez que una mujer se encuentra a sí misma, se respeta y honra la diversidad de las mujeres. Adquirimos la plena conciencia de saber que no hay un único modelo de ser mujer. Que todas tenemos méritos y desintereses, y que cambiamos según las condiciones, el contexto y los distintos momentos de la vida.
Bien manifestó Calderón de la Barca: “Venciste, mujer, con no dejarte vencer.” Vencemos cada vez que nos imaginamos. Ganamos cada vez que soñamos y nos proyectamos con nuevas metas. Nos excedemos cuando apartamos de nuestra vida la palabra caducidad, porque en la medida que nos renovamos ella tiende a menguar. Aventajamos cuando discernimos que lo que creíamos “extinto en nuestras vidas”, como el coraje, la resistencia, la solidez, o una melodía, fue una simple confusión de funciones entre el aceite y la lámpara.
Por eso nos reconstruimos todos los días, porque el “día de la mujer” tiene su preludio en el alba y continúa más allá de la oscuridad. En este día denominado “de la mujer hondureña” bendigo a mi madre, a mis hijas, a mis hermanas, primas, tías, sobrinas, amigas, colegas y también a las que se dicen mis enemigas.
Y nunca olvides, por favor, estas palabras de la Madre Teresa de Calcuta: “Ten siempre presente que la piel se arruga, que el cabello se vuelve blanco, que los días se convierten en años, pero lo más importante no cambia. Tu fuerza interior”.