Opinión

Es improbable que la intención de instaurar un Tribunal de Justicia Constitucional tenga objetivos similares a los de aquella cuarta urna. En absoluto. ¿Cómo se les ocurre? Hay que descartarlo. Quien, que no padezca delirios de grandeza o narcisismo exacerbado, como vimos en el reciente pasado y de los que no queremos ni acordarnos, podría volver a empujar a la mayoría del pueblo hondureño a defender y a preservar a como dé lugar, el sistema democrático? A tomar las acciones necesarias para rechazar desafueros colonialistas y dictatoriales fundados en la codicia? Incluida la instrumentalización de los excluidos de siempre.

Como si no hubiera quedado claro, que no existen arbitrariedades de la comunidad internacional, ni aviesas negociaciones de apátridas, capaces de disuadir a la nación hondureña de luchar por su libertad. Aun lamentando la interrupción del mandato de un Presidente confundido para asegurar la democracia al resto de compatriotas. Aun lamentando el que se le hayan roto garantías constitucionales a un ciudadano, ante la inminencia de que se le rompieran a muchos. Sea que sea el pan nuestro de cada día.

¿Cómo se les ocurre? Eso no vuelve a pasar. Si quienes detentan el poder no obligan a que pase, se entiende. Por eso hay que deducir que la iniciativa de crear un Tribunal de Justicia Constitucional, lo que encierra son buenas intenciones. Pero como en este mundo mágico en que han convertido nuestra Honduras, todo es posible, los nobles propósitos actuales, con otros protagonistas, podrían convertirse en perversos fines futuros. Como fastidiosa e innecesaria que es, ya sus teóricos, que de ahí no pasan, también tienen que aceptar el discernimiento que lleva a la mayoría de la población a repudiar cualquier amenaza que perturbe la legalidad. Y sin duda, la quizás bien intencionada propuesta lo hace. Así que la ciudadanía esta declarando non grata la iniciativa de creación de un Tribunal de Justicia Constitucional, por impertinente.

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