Aunque el gobierno asegura que está conduciendo al país por la vía correcta en el campo económico, tanto los mismos datos oficiales como las opiniones de expertos y organismos internacionales establecen todo lo contrario: las cosas han empeorado en los últimos tres años y no hay ninguna señal de que puedan mejorar.
Así lo demuestra el hecho de que el déficit fiscal se haya elevado el año pasado hasta el 6% del PIB y que el endeudamiento ya esté cerca del que teníamos antes de que se nos condonara la deuda externa gracias a la iniciativa internacional para los países pobres altamente endeudados, con el agravante de que en la actualidad la deuda interna —a pagar a corto plazo y con intereses de hasta el 15% anual— ejerce un peso descomunal sobre las desnutridas finanzas públicas.
¿Y las medidas de austeridad recomendadas que de vez en cuando anuncian los gobiernos hondureños? Pues estas, como tienen más el propósito de aparentar que se está haciendo algo o de ganar simpatías momentáneas, siempre han sido un absoluto fracaso.
Existe plena conciencia de que la principal causa del déficit fiscal es el irrespeto a una elemental regla de la administración de recursos que señala que los egresos no pueden superar a los ingresos; que cuando no hay capacidad de incrementar los últimos no queda más que disminuir los primeros.
En ese sentido, el entonces flamante secretario de Finanzas, Wilfredo Cerrato, anunció el 13 de agosto de 2012, en Casa de Gobierno, una serie de medidas para recortar el gasto corriente en 1,200 millones de lempiras. Al concluir el año nos encontrábamos con que no se cumplió la meta, peor aún: que en 2012 se gastaron 2,542.5 millones más que los inicialmente aprobados.
Por si esto fuera poco, el gobierno todavía arrastra deudas de salarios a empleados públicos y con proveedores de bienes y servicios que correspondían al presupuesto del año pasado.
Debe prestarse mucha atención, entonces, a la advertencia del FMI de que “las posiciones fiscales y externas se han debilitado, lo que ha elevado los riesgos y vulnerabilidades”, y la de economistas y consultores privados de que se “está llevando al país a un nivel de endeudamiento tan elevado que ha llegado peligrosamente al umbral de la insostenibilidad”.