Usted no me conoce porque llevo más de 500 años bajando la mirada, agachando la cabeza y poniendo el lomo, sin quejarme, sin murmurar, sin decir esta boca es mía…
Usted no me conoce por muchas otras razones, entre ellas, porque nuestros hijos no van a la misma escuela, nuestras casas están en distintas zonas (¿Cuántas Honduras hay?), nuestros trabajos generan ingresos diametralmente opuestos, los míos para subsistir, los suyos para consumir y yo no digo esta boca es mía...
Usted no me conoce porque para usted solo existo cada cuatro años y valgo para usted lo que valen sus promesas vacías y aunque nunca cumple, jamás he dicho esta boca es mía…
Usted no me conoce, porque aunque está vendiendo el país por pedazos, yo no he movido un brazo y no he dicho siquiera esta boca es mía…
Usted no me conoce porque aunque estoy preso en mi propia casa y el miedo es “nuestro” pan de cada día, perdón, “MÍ” pan de cada día, no he dicho esta boca es mía…
Usted no me conoce porque cada vez que asesinan a un joven en la calle, en silencio pienso “Gracias a Dios no fue mi hijo” y sigo como si nada, sin decir siquiera esta boca es mía…
Usted no me conoce porque aunque suba el precio de la energía, el gas, la manteca y los frijoles, como yo todavía hago “para la sal de la tortilla”, me acomodo y olvido que no tengo huevos para decir esta boca es mía…
Usted no me conoce porque aunque yo lo puse donde está, también dejé que usted me pusiera como estoy (jodido) y nunca dije esta boca es mía…
Usted no me conoce porque aunque cambió a su conveniencia la democracia representativa en democracia autoritativa, yo agaché la cabeza y no le contradije, no le dije esta boca es mía…
Usted no me conoce, porque aunque vendió y tranzó lo que era del Estado, yo simplemente miré hacia el otro lado y no dije esta boca es mía…
Usted no me conoce porque aunque ahora pago impuestos a los policías y a los mareros (si es que no son los mismos) y he aceptado vivir en la cultura del miedo, no he dicho esta boca es mía…
Usted no me conoce porque nunca he quemado llantas, ni portado pancartas, ni tirado piedras en protesta por sus cada vez más absurdos abusos y he aceptado vivir en la desesperanza sin decir esta boca es mía…
Ahora bien, y con el respeto que NO se merece, esa idea suya de suprimir/coartar/minar/reinventar mi derecho a la libre expresión del pensamiento -que obviamente a usted no le afecta pues para ejercerlo tendría primero que pensar- esa es la gota que derramó el vaso; así que por este medio levanto mi voz y viéndole a los ojos le digo que en este país esclavo de cualquiera con fuerza o con dinero, hay también hombres y mujeres libres con mente y boca propia que no van a seguir bajando la mirada, agachando la cabeza y poniendo el lomo.
Esta boca es mía.