Opinión

El reto del TSE

Después de la tranquila jornada electoral protagonizada el domingo por los hondureños, con algunas incertidumbres todavía sobre los resultados, principalmente en el Partido Nacional, el Tribunal Supremo Electoral todavía está a tiempo de salir, una vez más, en “caballito blanco”.

Una de las sombras más visibles lo fue la “caída” durante varios minutos de la página web del TSE después de darse a conocer allí los primeros resultados provisionales, algo que ya había ocurrido en jornadas electorales anteriores, dando lugar a las suspicacias, pese a las explicaciones de los magistrados de que todo fue producto de una sobrecarga por la multitud de visitas que se recibían.

Esto unido al abierto apoyo del gobierno, con todo y los recursos nacionales de que dispone, para uno de los movimientos internos del Partido Nacional y la ligera ventaja que este llevaba, según los datos preliminares difundidos a la medianoche del domingo, alimenta la percepción de que el juego no fue completamente limpio.

Sin embargo, el máximo tribunal de justicia electoral aún está a tiempo de borrar cualquier duda y reafirmar su eficiencia, transparencia y honestidad, atendiendo, con diligencia y meticulosidad todas y cada una de las dudas o denuncias que pudieran surgir de parte de los precandidatos perdedores. Pero también acelerando al máximo el conteo oficial.

No solo eso. Además de tranquilizar a los descontentos con los resultados de las elecciones del domingo, el TSE puede utilizar los errores que se encuentren para corregirlos y asegurarse que en los comicios generales no se repitan a fin de garantizar la limpieza, la transparencia y la credibilidad.

Y es que más allá de los conflictos que dejan los comicios primarios al interior de los partidos políticos, que dependiendo de la madurez o no de sus dirigentes pueden arreglarse pacíficamente o crear verdaderos cismas, también debe visualizarse la urgencia de recuperar la confianza que poco a poco ha ido perdiendo la ciudadanía en el propio sistema democrático para lo que, como punto de partida, se requiere de elecciones confiables.

Confiamos pues que el Tribunal Supremo Electoral, que ya obtuvo un indiscutible éxito en las problemáticas elecciones generales de 2009, despeje todas las dudas que tengan los dirigentes de los movimientos políticos y los votantes a fin de garantizar que no existe ni el mínimo riesgo de irrespeto a la voluntad popular libremente expresada en las urnas.