La violencia y la corrupción son dos de los peores males que aquejan a nuestro país.
El primero le cuesta a Honduras más de 7,000 millones de dólares, unos 160,000 millones de lempiras, según el reciente informe del Instituto para la Economía y la Paz (IEP). La cifra alcanza para cubrir el 78% del presupuesto de la República y nos ubica en el puesto 6 de los 10 países con mayor costo de la violencia en el mundo y el primero en América Latina.
Este impacto económico está relacionado con el presupuesto que dedica nuestro país en la lucha contra la violencia en sus diferentes manifestaciones, el gasto que hace la empresa privada, así como el costo de oportunidad o efecto en la inversión. Pero sabemos que más que fríos números, la violencia cobra a diario la vida de hombres, mujeres, jóvenes y niños, y genera tal zozobra que nuestra población vive prácticamente enferma de miedo.
Mientras que la corrupción causó a Honduras un perjuicio económico de 4,000 millones de lempiras entre 2008 y 2015, según un informe de la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ).
Es así que los hondureños estamos condenados a que una gran parte de nuestros recursos se vaya en el tema de seguridad, sin ver aún los resultados esperados, y otra a las manos de corruptos. Dineros que deberían ser empleados en un mejor sistema de salud, mayor calidad en educación, más asistencia social, generación de empleo, infraestructura... En fin, la lista de las necesidades que hay en nuestro país es interminable.
Pero podríamos decir que peor que la violencia y la corrupción que sufrimos es la impunidad, porque alienta y alimenta ambos flagelos. Según el informe de la ASJ, en ocho años se presentaron 3,471 denuncias de corrupción, de las que apenas 238 llegaron a requerimiento fiscal. Más desolador aún, la mayoría de los imputados fueron funcionarios o empleados públicos de bajo o medio nivel y apenas uno fue condenado.
La justicia hondureña le sigue fallando a la población que clama acciones efectivas y contundentes contra quienes practican la violencia y la corrupción, al nivel que sea