La réplica de una de las reliquias más conocidas del cristianismo, el Santo Sudario, ha podido ser apreciada por miles de hondureños que, ante la pregunta de “¿Quién es el Hombre de la Sábana?”, han respondido con su propia fe.
Y es que por siglos el enigma del Sudario de Turín, que según la tradición fue el último manto que envolvió el cuerpo de Jesús tras su crucifixión, ha maravillado a la humanidad y ha estado bajo la mirada inquisitiva de la ciencia. Pero, más que un fenómeno, ha sido un milagro para los creyentes.
El Lienzo Sagrado llegó a nuestro país para quedarse como una de las joyas más preciosas del catolicismo gracias a la donación del Museo de la Síndone en Turín. Y su exhibición ha sido posible gracias a un grupo de empresarios, liderado por Don Jorge Canahuati Larach y la Iglesia Católica.
El “rostro desfigurado” por el martirio que muestra la Sábana Santa “asemeja los rostros de tantos hondureños heridos por una vida que no respeta su dignidad, por muertes y violencia que afligen a los más débiles y los más pobres”, comparó el cardenal Rodríguez durante la inauguración de la exposición en la Basílica Menor de Suyapa en la capital.
Pero la imagen “transmite una gran paz y es lo que queremos para nuestro país, para los próximos meses, aún en medio de cualquier confrontación no debemos perder la paz”.
Porque en un mundo donde prima el escepticismo, el cinismo, el individualismo, la ambición desmedida y el hedonismo, la Sábana Santa nos recuerda el sacrificio de quien se dio a sí mismo para salvar a la humanidad.
Tanto en San Pedro Sula como en Tegucigalpa ha sido impresionante cómo los hondureños desbordan su fe, ruegan para que Honduras tenga la ansiada paz y se arrodillan ante la réplica de la Sábana Santa en una muestra de humildad.
Por ello, más que en la polémica que durante centurias ha acompañado al Santo Sudario, en las interpretaciones y los hallazgos puestos en debate, nuestra mirada debe centrarse en el mensaje de perdón, de redención, implícito en el lienzo. Al final, la fe, más que de nuestra comprensión, solo precisa de nuestra capacidad para creer.