Editorial

La Navidad y los migrantes

Es seguro que la de este año será la peor Navidad de los miles de migrantes hondureños y de otras nacionalidades que se encuentran en territorio mexicano, en la frontera sur de los Estados Unidos, esperando el ingreso a ese país, en donde suponen construirán su sueño americano, mientras que acá, en sus países de origen, ya casi nadie se acuerda de ellos.

Ya ni siquiera se sabe cuántos son, aunque sí está claro que son miles de personas, entre ellos muchas mujeres y niños, que están allá viviendo en campamentos improvisados, muchos de ellos a la intemperie, esperando las oportunidades de trabajo que les ha ofrecido el presidente mexicano y/o la oportunidad de ingresar al territorio estadounidense “como sea”. La televisión internacional reporta de las vicisitudes que enfrentan. Están padeciendo hambre y frío. Son víctimas de grupos de extorsionadores. Sufren de discriminación.

Un último reporte habla del asesinato de dos adolescentes hondureños, de 16 y 17 años, en la zona de Tijuana, quienes fueron torturados y estrangulados por hombres que les exigían la entrega de un dinero que se suponía ellos portaban. El gobierno hondureño ha hecho la respectiva protesta y exigido que se respeten los derechos de los migrantes. Grupos de religiosos y organismos no gubernamentales les tienden también la mano.

En este contexto, solo queda esperar que en esta época del año en la que se promueve el amor y la solidaridad humana, se les tienda la mano y se comiencen a cumplir con ellos los principios expresados en el recién aprobado Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular de Naciones Unidas (ONU); pacto que se estructuró alrededor de 23 objetivos en los que se comprometen el respeto a la dignidad y la vida de los migrantes, a mantenerse unidos como familia, la adopción de medidas contra la trata y el tráfico de personas y a reconocer sus derechos a atención médica y educación en sus países de destino, entre otros.

Este sería para ellos el mejor regalo en esta época de recogimiento espiritual, solidaridad, amor y paz entre los seres humanos.