Editorial

La crisis en el Hospital Escuela

La crisis y la anarquía que han imperado en el Hospital Escuela Universitario (HEU) no tienen perdón de Dios.

Por abundantes que sean las justificaciones, todas las administraciones, de todos los gobiernos sin distingo de color político, son responsables porque nunca tomaron las acciones y decisiones que se requerían, en el momento adecuado, más bien utilizaron los presupuestos de la institución para hacer sucios negocios, que al final han desembocado en la crisis que enfrenta el que es considerado como el primer hospital del país.

Hoy, el gobierno decidió declarar el hospital en emergencia y nombró una (otra más) comisión interventora para enfrentar la crisis y buscar

soluciones. Titánica tarea.

El HEU cuenta con un presupuesto anual aprobado de 1,470 millones de lempiras, los que parece son insuficientes para atender las necesidades mínimas del hospital.

Entre esas necesidades resaltan: una mora quirúrgica de más de 2,000 operaciones anuales, un desabastecimiento de medicamentos vitales y material quirúrgico hasta del 80%, citas médicas hasta para seis meses o un año como mínimo, calderas y ascensores en mal estado, escasez de ropa de cama, infraestructura en pésimo estado.

Aunado a ello, y que nunca se debe olvidar, es el trato inhumano de algún personal de la institución para con los pacientes que llegan en su mayoría de tierra adentro, sin dinero ni siquiera para comer, en busca de atención para sus males de salud.

Por eso insistimos en que todos los que han tenido en sus manos más de alguna vez la posibilidad de enderezar el HEU y no lo hicieron son responsables de su crisis, porque todos estos males son arrastrados desde hace años a la vista y paciencia de las autoridades.

El HEU está herido de muerte, y quienes hoy han sido encomendados para salvarlo de la crisis ojalá se amarren bien la faja de los pantalones y vayan con todo a enfrentarse con las mafias que por años han hecho del centro asistencial su casa porque no se puede seguir jugando con lo más sagrado de la vida de los hondureños. La salud.