Los migrantes centroamericanos que iniciaron hace más de un mes la caravana a los Estados Unidos ya se encuentran en la frontera sur. Su camino no ha sido fácil. Han andado miles de kilómetros, aguantado sol, agua y frío. Hambre. Van con sus pies llagados. Enfermos. Al menos siete han perdido la vida, y si bien a su paso por muchas comunidades han recibido el apoyo solidario de los habitantes de Guatemala y México, son muchos los que han externado sus sentimientos xenófobos en su contra. Pero no desmayaron, y han llegado a su meta con la esperanza de que las autoridades estadounidense les permitan el ingreso a su territorio haciendo uso de los mecanismos que la legislación internacional permite a los migrantes. Pero parece que no será fácil, y que su situación más bien es, por ahora, más grave. El presidente Donald Trump está cumpliendo su palabra de no dejarlos ingresar a su territorio bajo ninguna circunstancia, y ya hizo uso de la fuerza bruta para repeler un intento de los migrantes de ingresar a su territorio. Las imágenes son impactantes. Desgarradoras. Duele, indigna ver a madres corriendo desesperadas para proteger a sus pequeños hijos de las balas de goma disparadas a mansalva y el uso de gases lacrimógenos. México teme que estos hechos afecten sus relaciones diplomáticas con su vecino y ha pedido un informe del uso de armas no letales en contra los migrantes y reiterado su voluntad de enfrentar el fenómeno migratorio de manera conjunta con un enfoque de responsabilidad compartida. Honduras protestó por el uso de balas de goma y llamó a los países a que se respeten los derechos humanos de los migrantes en base al derecho internacional. También pidió a las Naciones Unidas que acompañen las gestiones de asistencia y protección de los migrantes.Y eso es urgente. El Estado hondureño debe tomar la iniciativa antes de que ocurra una tragedia mayor. Movilizar a su personal consular y diplomático en México a la zona fronteriza a apoyar a los migrantes a realizar los trámites que se pueden hacer en estos casos y que están consignados en los tratados internacionales, para evitar una mayor crisis humanitaria mayor, sin olvidar que el migrar es un derecho humano que se debe proteger y garantizar a quienes lo demandan.