En el libro bíblico de Job 38:4 leemos: “¿Dónde estabas tú cuando yo echaba los cimientos de la tierra? Dímelo, si tienes inteligencia”.
Obviamente no existía. El mundo se fue constituyendo en etapas y en la parte final apareció el Homo Sapiens, que ha llegado ser el amo de la tierra.
¿Dónde estabas tú cuando llenábamos nuestro espíritu adorando al sol, la luna y las estrellas?, creíamos que estos seres celestiales eran los formadores del hombre; era por eso que nos inclinábamos ante ellos diciéndoles: “¡Dios mío! Y lo peor del caso es que sacrificábamos a nuestro congéneres para que su sangre brotara y fueran deleitados estos dioses insaciables.
¿Dónde estabas tú, cuando los hombres hacíamos imágenes de ti, ya que no sabíamos cómo eras? Inducidos por nuestra creencia empezamos a crear estatuas, imágenes y les dábamos el carácter de dios, no te conocíamos, deseábamos querer saber de ti, más no aparecías por ningún lado.
¿Dónde estabas tú cuando apartabas al resto de la humanidad y hacías pacto con un pueblo nómada? Ellos tenían los principios, las leyes, las órdenes y demás leyes para regir el destino de cada ser que vivía en dicha comunidad.
¿Dónde estabas tú cuando se derramó la primera sangre? Acaso solo era la advertencia dada al hombre enfurecido y empezaba a cultivar odio contra su hermano que al final pagó cuando no se actuó con firmeza y se evitó el desastre.
Se menciona que eres Dios de misericordia, de paz, de amor, más levantaste tu brazo con ira destruyendo desde niños a viejos, destruyendo naciones para que tu pueblo se estableciera. ¿Por qué siempre se derrama sangre cuando hay formas diplomáticas para establecer la paz y la convivencia entre los seres humanos?
¿Dónde estabas tú cuando la primera mujer comía del fruto sembrando la muerte? Dirás que es libre albedrío, ¿por qué pagar todos? La muerte se ha sembrado en la faz de la tierra, el hombre se arma hasta los dientes, destruye a su semejante con odio, alevosía y ventaja, la guerra carcome el espíritu y engendra odio universal. Cuando los países se entregan a esta orgía no importa tu color, raza, religión, lo que importa es beber sangre, libándola al dios de la guerra llamado Ares.
¿Eres tu más débil que los demás dioses?, porque si tienen tanto poder son llamados dioses también. Ellos en cambio llevan a cabo sus pasiones y las dan a conocer a la humanidad en general, mas tú has sido sutil, lo haces por hombres denominados profetas y que brindan estas profecías a determinadas personas y los demás no sabemos nada de nada.
Vemos al hombre lleno de enfermedades, cada día que vive va en camino de la decrepitud; las arrugas forman parte de su ser, los dolores y achaques son la constante y la variables es soportar enfermedades que poco a poco lo llevarán a la tumba.
Miramos la miseria que hacemos con el hombre cuando no brindamos alimento por igual y existen millones de desnutridos, carentes de porvenir porque su mañana está truncado de tajo, las miserias son lo que lo encorvan; mas tú ves todo esto y nos dices que demos de comer, que demos caridad y extendamos la mano a los que padecen, más somos egoístas y si no intervienes seguiremos pudriéndonos en nuestras pasiones malosas.
Jeremías 10:23 dice: “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”, y si esto es cierto ¿Por qué no nos enseñas? Debemos seguir dando tropezones.
Creamos energía eléctrica y se determina que el electromagnetismo es perjudicial, si hacemos freones se determina que los CFC dañan la capa de ozono, entonces ¿por qué no nos diriges? ¿Somos tan indignos para que no nos puedas asesorar y nos digas las cosas que realmente son para la felicidad de tus criaturas, de los seres que formaste?
En la vida las parodias son el alma de los seres. Las dudas alimentan el espíritu; tenemos que seguir llevándonos por la fe, esa capacidad de entender que existes pero que a veces las dudas son tan grandes que nos hacen preguntarnos: ¿Dónde estabas tú...?