Es triste que un país tan pobre, con tantos problemas, a estas alturas de la civilización humana, y que según la Constitución es laico, esté desperdiciando recursos en una cuestión que debe mantenerse, absolutamente, en la vida privada de cada individuo: lo religioso.
Imagínense que en Honduras tenemos hasta un ministro de Religión y Culto; al que no solo hay que pagarle un salario y todo lo que necesita sino que también le quita tiempo al propio presidente y supongo que también a los ministros para darles clases sobre creencias religiosas o más bien para hacer proselitismo religioso en la alta burocracia como si ya no tuviéramos ya demasiado proselitismo en el gobierno que se mantiene con fondos de todo el pueblo.
Esas “invocaciones” y otros cultos religiosos que hacen en los actos públicos también son innecesarios y contribuyen al gasto porque algo hay que darle a esos pastores o a esos curas: ya sea una chamba o una “ayuda” para sus iglesias. Hasta los más grandes corruptos, violadores de los derechos humanos, asesinos y delincuentes de toda laya dicen creer en Dios y hasta le agradecen cuando las cosas les salen bien. Si lo dudan solo lean los testimonios de los sobrevivientes del incendio de la granja de Comayagua y se darán cuenta cuán religiosos son ellos, cuán agradecidos con la misericordia de Dios...
Señores gobernantes, usen mejor el tiempo y el dinero. Los rezos, las oraciones, los cultos y las misas son buenos si sirven para que las personas se sientan bien consigo mismas y ejerzan su derecho a profesar la religión que se les antoje o ninguna; pero de ustedes lo que este país necesita es trabajo, honestidad y transparencia.