Aunque no es fácil entender Honduras, su pueblo, sus grupos, su economía, su cultura y forma de hacer política son parte de la tradición.
El recordado hondureño Mario Sosa Navarro decía que en Honduras parecía que las leyes de la dialéctica no tenían espacio: antes, un escritor hondureño señalaba con profundo dolor que la historia de Honduras se escribe en una lágrima, refiriéndose a esos tristes episodios de nuestro pasado donde la acción humana no empujaba hacia el futuro sino a la confirmación de un pasado perpetuo.
Cada 4 años miles y miles de hombres y mujeres van en estrecha fila a ejercer el voto para elegir autoridades que estarán al frente del poder público, son como ovejas que van al matadero a castigar a los que se burlaron de ellos, castigando se castigan eligiendo a los que se burlarán de ellos en el futuro cercano con las mismas mentiras.
Hoy la forma ha cambiado, de un bipartidismo obsoleto se pasa a un sistema multipartidista, pero igual, lo que cambiará es el abigarrado sistema de reparto del poder entre los grupos con capacidad de reclamo y fuerza para hacerlo.
Es sistema político hondureño está viciado y las tibias reformas hechas solo han servido para mantenerlo vivo, en estado de coma; el liderazgo partidario no ha sido capaz de formular propuestas de largo alcance que salven a un país, lo que les interesa es salvar sus intereses personales y de grupo, olvidándose que en la coyuntura actual o nos salvamos todos o en el futuro cercano no se salvará nadie.
Según los sondeos hechos por las encuestas mercantilizadas, ninguna fuerza política obtendrá una mayoría que supere el 50% de la población electoral, tendrá necesidad de hacer arreglos y, lo peor, reparto del poder desde la cúpula para volver gobernable lo que se presenta ingobernable; en nuestro país los consensos no son para vigorizar la democracia, son para satisfacer apetitos personales.
Desde esa perspectiva los ejes de las principales propuestas al final del proceso electoral no tendrán cabida: por lo cual, es de suponer que el próximo gobierno no puede ofrecer un sistema policiaco en el tema de seguridad pública y nadie puede ufanarse de una propuesta de refundación de la nación; probablemente, entendiendo eso, algunos líderes políticos han tenido que bajar el tono de su discurso y ya no hablan con tanta fuerza de la Constituyente y si lo hacen es en función de incluir a todos los sectores, entiéndase por todos los sectores también los del empresariado nacional y a las fuerzas políticas existentes en el país, que es tanto como reproducir las viejas experiencias del pasado.
Si ocurriera algo diferente, no es porque la lógica de la política apunta a lo inesperado, es porque en el caso de Honduras las pasiones desbordadas también hacen historia y probablemente de la historia que más daño le ha causado a la nación.
Honduras es el país donde la razón permite espacio a las emociones, a la algarabía y, por tanto, a lo imprevisto.