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Dice el Diccionario de la Real Academia, que “zozobra” significa aquella inquietud, aflicción o congoja del ánimo que no deja sosegar, o por el riesgo que amenaza o por el mal que ya se padece.

Si bien este significado es aplicable, en forma individual, a aquellas personas que pasan por trances difíciles, particularmente por la gravedad de un pariente cercano, la posibilidad inminente de la pérdida de su empleo, la insuficiencia de sus ingresos o, entre otros, el deterioro gradual del ambiente en el cual vive, también es aplicable, en forma colectiva, a aquel sentimiento de ansiedad que se genera cuando las condiciones políticas, económicas o sociales abaten a un pueblo en general sin perspectivas, a corto plazo, de encontrar soluciones que prometan una modificación favorable de ese estado anímico de inquietud.

Cuando una o más de las condiciones descritas empieza a ser palpable, la sociedad en general, pero particularmente los gobiernos responsables de mantener la armonía social, como única plataforma para consolidar esa paz sostenida que demanda el desarrollo humano, deben iniciar, urgentemente, acciones que propendan a mejorar y sostener un ambiente de tranquilidad y de esperanza en general.Ha sido costumbre inveterada en nuestra Honduras que la neblina que suele rodear a los mandatarios en las más altas esferas del poder es tan densa que nubla por completo su visión de las realidades sociales que abaten diariamente al pueblo.

Los informes que día a día elaboran los círculos de hierro que pretenden proteger la gestión del o de la Presidenta de la República, elaborados por lo general por “queda bienes”, plenamente convencidos de que de la naturaleza favorable de sus informes depende la estabilidad de su chamba, no contribuyen a la toma urgente de decisiones ejecutivas que modifiquen el estado deteriorado de las cosas.

Las voces de alerta de fuentes responsables, preocupadas por el rumbo que ha tomado Honduras, advirtiéndonos sobre las graves consecuencias que se pueden derivar de decisiones improvisadas, irresponsables o temerarias, impregnadas, la mayoría, de demagogia o de prejuicios dizque ideológicos, no han encontrado eco en las esferas gubernamentales y, entonces, imposible escuchar el gemido del pueblo en las calles, la crítica cada vez más severa en todos los círculos de análisis políticos o sociales, la incertidumbre que provoca estados profundos de ansiedad en los hogares pobres de todo el país

Los lamentos de pequeños empresarios en los mercados populares por la caída constante e ininterrumpida de las ventas, las justificaciones válidas de potenciales inversionistas que han frenado sus corceles en sus propósitos de generar nuevas fuentes de trabajo y así estimular más empleo y bienestar y, en general, la insatisfacción generalizada y manifiesta en todos los campos y actividades de la vida diaria.Toda esta situación debe llamar urgentemente la atención de nuestra Presidenta, pero para que tome acciones correctivas y no para que se una a la comparsa de defensores de lo indefendible.