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Una rotonda

Se le llama igualmente redondel y consiste en un círculo u óvalo pavimentado que intersecta varias avenidas o calles, haciendo expedita y sin semáforos la circulación. Las vías que confluyen sobre la rotonda se comunican mediante ese anillo, teniendo los vehículos que transitar, por ende, hacia izquierda y alrededor de su centro. Nada novedoso pues diversos cruces así existían antes de la aparición de las rotondas viales, incluida la plaza de l’Etoile (de la Estrella, París), el Columbus Circle de Nueva York (cinco vías) y otros tipos de círculo en Washington y Barcelona. La primera rotonda se inauguró en Letchworth en 1909, destinada para peatones. Sin embargo, explica Wikipedia, “el uso generalizado de rotondas modernas en que los vehículos entrantes deben ceder el paso, comenzó en los años 1960 en Reino Unido, cuando ingenieros como Blackmore Frank inventaron la miniglorieta (otro de sus nombres) para superar limitaciones de capacidad y por cuestiones de seguridad”.

Este tipo de armazón vial se rige por una regla de obligado cumplimiento, y es que los vehículos que ingresan a la calzada circular deben ceder el paso a los que se encuentran ya dentro de ella.

En 2010 Francia documentó un inventario de cinco mil rotondas, de las que 3,328 ostentaban decoraciones artísticas. De las más famosas es la de Minerva, ciudad de México, entre avenidas López Mateos, Agustín Yáñez, Vallarta, López Cotilla y Golfo de Cortés, que exhibe una alta estatua de la diosa Minerva sobre un pedestal hincado al medio de una gran fuente circular. Muchos otros países europeos ––Francia, Alemania, Austria, Italia, España, etc.–– aprovechan las rotondas para instalar estatuas y esculturas contemporáneas.

Según el Banco Mundial en “Ciudades en movimiento” (2002), la rotonda (con diámetro de 20 a 40 m) es ventajosa pues moviliza unos 200 vehículos por hora y mucho más en flujos de hora pico, teniendo una vida útil de 15 años de seis horas pico, mejor si es de dos carriles. Su islote central es pequeño (cuatro m) y se recomienda construirlo abombado con materiales distintos a los de la calzada y sin actividad peatonal. La reducción de la velocidad que ellas consiguen ocurre cuando el conductor percibe un obstáculo en el camino (el islote central) que le obliga a frenar para desviar su trayectoria y rodearlo. Esa es la causa de que las rotondas bien diseñadas disminuyan en 30% los accidentes y en 80% los lesionados y fallecidos.

Una rotonda común cuesta en promedio el millón de lempiras, incluyendo comisiones chuecas, que son pocas para el corrupto. Contra el ahorro que ella aporta, ingenieros y funcionarios privilegian obras inmensas y ecocidas, como los tréboles y puentes a desnivel (baipás) alzados en Tegucigalpa o el de avenida Mario C. Rivas que se edifica hoy en SPS y que costará 300 millones de lempiras, incluyendo un arco decorativo de cinco millones.

Entonces uno se pregunta por qué, principalmente en Tegucigalpa (pero pronto de réplica general), a la que ya apodan “la urbe con montaña rusa permanente”, se prefiere la volumino$idad de tonelada$ de cemento en contra de la modesta pero segura eficacia de un genial invento de ingeniería como es la rotonda: barata, simple y eficaz. ¿A que por allí hay misterio…?