Una de las ventajas de mi trabajo es llevarme a recorrer el país de un extremo al otro. La mayoría de las experiencias vividas en estos casi dos años de explorador de mi tierra natal son positivas. Me reafirman en la convicción de que los hondureños son buenas personas. Sin embargo, para ser honestos, no puedo dejar de mencionar la molestia que experimento cuando veo que de un automóvil se tira basura a la calle.
Para el caso, en una de las ocasiones, venía de San Lorenzo para Tegucigalpa cuando presencié que en el carro de enfrente un par de niños tiraban en la carretera varios recipientes de refresco. Les hice una seña de que no lo hicieran y parecía que no entendían el mensaje. Pensé, para justificarlos, que en estos años de pandemia no habrán asistido a la escuela o quien sabe qué otras ideas, que se desbarataron cuando vi que de la cabina también tiraban basura a la calle: se trataba del conductor, que posiblemente era el padre de los dos muchachos.
Alguien podría alegar en la nimiedad que resulta tirar basura a la calle comparado con los grandes problemas de salud, de seguridad o de educación que atraviesa nuestro país. Sin embargo, entre las lecciones que me dejaron los años dedicados a la educación está la de “el ambiente forma”. En un ambiente limpio y ordenado es más fácil que surjan todas las virtudes. Por otra parte, rodearse de personas respetuosas, diligentes y sinceras hace que nos “contagiemos” con esos buenos comportamientos.
Cuántas veces comprobé la veracidad de esta enseñanza de un experto en educación que me decía: “Ataja los pequeños vicios si no quieres caer en los grandes”. Atendiendo a esto, era frecuente sorprender a este verdadero maestro -él no se daba cuenta de que alguien lo miraba- deteniéndose a recoger un papel en el suelo o colocando un florero o libro en su lugar.
Tirar un papel en la calle puede parecer algo insignificante, sin embargo si se analiza con atención puede manifestar muchas cosas. No podemos evitar que las acciones externas reflejen nuestro interior con más fuerza que las palabras. Si se trata de un niño, como en el caso que menciono, podría ser tal vez más disculpable quedándose como una gran oportunidad de formación.
En el caso de un adulto que tira la basura en la calle, suponiendo que es una persona más consciente de sus actos, denotaría en el mejor de los casos un simple acto de pereza o comodidad. Tal vez podría excusarse en que los demás también lo hacen, que dejaría en evidencia su falta de personalidad. Quizá podría pensar que ya existen otros encargados de limpiar la basura de las calles, con lo cual su desconsideración resultaría evidente ya que no le importa cargar a otros con los trabajos que él mismo no realiza.
Pero quizá lo peor que manifiesta el tirar un papel en la calle sea la falta de amor por el propio país. Nuestros buenos comportamientos ayudan a construir la sociedad justa, desarrollada y libre que deseamos todos. Y nuestros comportamientos equivocados tiran a los demás para abajo, por lo menos con el mal ejemplo que les damos. La convivencia ciudadana agradable la construimos entre todos, se hace con el esfuerzo y la aportación de cada uno. Las futuras generaciones necesitan del buen ejemplo de todos, incluida la buena educación de tirar una botella de refresco en la basura