Entre las primeras palabras de Xiomara Castro en su discurso de investidura como presidenta de Honduras estuvieron los datos que desnudan el caos de país que recibe, y casi cualquier persona en su lugar lo habría hecho. Creo que incluso la mayoría de los nacionalistas son conscientes de que no dijo ninguna mentira, los números son evidentes, y aunque no lo fueran, bastan quince días en Honduras para darse cuenta de nuestro verdadero panorama.
Xiomara Castro es la persona más votada de la historia de Honduras, es decir, ha recibido un apoyo masivo y aplastante. Sus acciones durante la transición y en medio de la crisis del Congreso Nacional han sido aplaudidas por el pueblo y han recibido comentarios positivos de gran parte de los expertos que frecuentan los medios de comunicación. Pero la pregunta es, ¿cuánto tiempo de gracia tiene Xiomara Castro, considerando las condiciones en que recibe el país?
Pienso que habrá varias etapas.
Evidentemente, los problemas torales del país no serán resueltos de inmediato. Castro mantendrá su popularidad el primer año simplemente con cumplir sus promesas de campaña, y con esto me refiero a ejecutar las acciones pertinentes, sin importar los resultados. Hay que considerar que no se trata de un sistema monárquico o algo parecido, sino que vivimos en un sistema republicano, por lo que algunas promesas será difícil incluso comenzar a cumplirlas. Ya vimos el ambiente en el Congreso Nacional.
A partir del segundo año comenzarán a importar muchísimo más los resultados. Aquí es donde entrarán en juego ya no solo las intenciones, sino la capacidad y, ¿por qué no decirlo?, la suerte. De todo lo que tiene propuesto este nuevo Gobierno, habrá propósitos que simplemente no se cumplirán por diferentes motivos, y eso es completamente normal y comprensible. Pero eso se comenzará a notar solo en la última etapa del mandato de Castro. Aquí entrará en juego su habilidad y la de los suyos para el manejo de la crisis.
El gran problema del último año de gobierno de cualquier equipo es que todo se suele politizar. Se le suma al desgaste normal de la relación el que hay muchísima más auditoría de parte de la oposición y, por supuesto, ataques.
Dependerá, claro, de su gestión, pero recibiendo el país en estas terribles condiciones es probable que muchos políticos que comienzan, acaben su caminar político muy pronto. Más de alguno puede que tenga una carrera política corta o por lo menos poco ascendente. Es un país en llamas y es fácil quemarse.
Las personas saben lo que ha recibido Xiomara Castro y entenderán que es un país difícil de gobernar, pero la sociedad no es un bloque homogéneo, y por más que ella se esfuerce, lo más probable es que su popularidad baje. Pero sé que es algo que la presidenta no desconoce, y, lógicamente, está dispuesta a correr el riesgo.
Es de agradecer que haya comenzado diciéndonos por fin la verdad, y así espero que suceda en los próximos meses y años; que cuando las cosas no salgan como se proyectó, simplemente se diga. Ojalá que esta gobernanza no tenga el vicio que tienen casi todas las gobernanzas: fingir que todo está bien. La aceptación de los defectos alargará la comprensión hacia el Gobierno. Además, en los tiempos modernos, ese es un concepto que vende mucho y que ha sido poco aprovechado por los políticos. En la era de la información, fingir perfección es imposible, y cuando no, produce más que bochorno.
Xiomara Castro es la persona más votada de la historia de Honduras, es decir, ha recibido un apoyo masivo y aplastante. Sus acciones durante la transición y en medio de la crisis del Congreso Nacional han sido aplaudidas por el pueblo y han recibido comentarios positivos de gran parte de los expertos que frecuentan los medios de comunicación. Pero la pregunta es, ¿cuánto tiempo de gracia tiene Xiomara Castro, considerando las condiciones en que recibe el país?
Pienso que habrá varias etapas.
Evidentemente, los problemas torales del país no serán resueltos de inmediato. Castro mantendrá su popularidad el primer año simplemente con cumplir sus promesas de campaña, y con esto me refiero a ejecutar las acciones pertinentes, sin importar los resultados. Hay que considerar que no se trata de un sistema monárquico o algo parecido, sino que vivimos en un sistema republicano, por lo que algunas promesas será difícil incluso comenzar a cumplirlas. Ya vimos el ambiente en el Congreso Nacional.
A partir del segundo año comenzarán a importar muchísimo más los resultados. Aquí es donde entrarán en juego ya no solo las intenciones, sino la capacidad y, ¿por qué no decirlo?, la suerte. De todo lo que tiene propuesto este nuevo Gobierno, habrá propósitos que simplemente no se cumplirán por diferentes motivos, y eso es completamente normal y comprensible. Pero eso se comenzará a notar solo en la última etapa del mandato de Castro. Aquí entrará en juego su habilidad y la de los suyos para el manejo de la crisis.
El gran problema del último año de gobierno de cualquier equipo es que todo se suele politizar. Se le suma al desgaste normal de la relación el que hay muchísima más auditoría de parte de la oposición y, por supuesto, ataques.
Dependerá, claro, de su gestión, pero recibiendo el país en estas terribles condiciones es probable que muchos políticos que comienzan, acaben su caminar político muy pronto. Más de alguno puede que tenga una carrera política corta o por lo menos poco ascendente. Es un país en llamas y es fácil quemarse.
Las personas saben lo que ha recibido Xiomara Castro y entenderán que es un país difícil de gobernar, pero la sociedad no es un bloque homogéneo, y por más que ella se esfuerce, lo más probable es que su popularidad baje. Pero sé que es algo que la presidenta no desconoce, y, lógicamente, está dispuesta a correr el riesgo.
Es de agradecer que haya comenzado diciéndonos por fin la verdad, y así espero que suceda en los próximos meses y años; que cuando las cosas no salgan como se proyectó, simplemente se diga. Ojalá que esta gobernanza no tenga el vicio que tienen casi todas las gobernanzas: fingir que todo está bien. La aceptación de los defectos alargará la comprensión hacia el Gobierno. Además, en los tiempos modernos, ese es un concepto que vende mucho y que ha sido poco aprovechado por los políticos. En la era de la información, fingir perfección es imposible, y cuando no, produce más que bochorno.