Columnistas

Tambores de guerra en el Cáucaso

Aunque ya reina la calma chicha en Nagorno Karabaj tras la intervención militar y posterior ocupación de este enclave por parte de Azerbaiyán, las espadas entre Armenia y los azeríes siguen en alto. La marcha de más de 100.000 armenios del disputado enclave hacia Armenia y la abrupta intervención militar azerí, que causó al menos dos centenares de muertos y otros centenares más de heridos, han creado un pésimo ambiente entre los dos países. La limpieza étnica de Nagorno Karabaj -Artsaj para los armenios- se ha efectuado de una manera rápida y efectiva.

Azerbaiyán, que ha exhibido con éxito su nervio militar en el conflicto con Armenia en el 2020 y ahora, en la reciente intervención llevada a cabo este año entre el 19 y el 20 de septiembre, no oculta sus pretensiones territoriales, que pasan por obligar los armenios a ceder territorio, a través del corredor Zangezur, y conectar Azerbaiyán con la República Autónoma de Najicheván, un enclave de este país aislado entre Turquía, Armenia e Irán. Pero, de la misma forma que reclama este corredor, Bakú no oculta sus apetencias con respecto a otros territorios de Armenia, como la provincia armenia de Syunik, en la misma frontera con Azerbaiyán.

El canal francés France 24 se refería a reclamaciones azeríes en una reciente nota publicada tras la caída de Nagorno Karabaj:” Tras tomar el control total de Nagorno Karabaj en septiembre, ¿irá Azerbaiyán más lejos? En la provincia de Syunik, en el sur de Armenia, los residentes están cada vez más preocupados por la amenaza de Bakú. El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, afirma que Syunik y gran parte del territorio armenio son históricamente azerbaiyanos. Desde 2020, Azerbaiyán también ha tomado 150 kilómetros cuadrados de tierra armenia cerca de la frontera, según funcionarios armenios”.

La rápida rendición de los armenios en Nagorno Karabaj, que anunciaron en apenas días la entrega de las armas, el final de su república tras años de resistencia y su desarme, han llevado a los azeríes a estar henchidos de gloria y ansias de grandes victorias frente a los que considera sus enemigos de siempre, los armenios. Armenia, no lo olvidemos, fue abandonada por todos en esta guerra, nadie movió un dedo por su causa. Occidente, enfrascado en la guerra de Ucrania, prefirió mirar para otro lado antes de abrir un nuevo frente de confrontación.

De la traición rusa a la gran Turquía de Erdogan

Rusia, su tradicional aliado y amigo que supuestamente tenía que haber velado por que se respetaran los términos de los acuerdos firmados en 2020, no hizo nada por defender a los habitantes del codiciado enclave de Nagorno Karabaj. Su fuerza de paz, estacionada para que dichos acuerdos se cumplieran, no impidió primero el bloqueo impuesto por los azeríes a sus habitantes, privados de combustible, alimentos, medicamentos y productos básicos durante meses, y después, siendo conocedor de que se iba a producir el ataque militar de Azerbaiyán, tampoco intervinó para evitar el mismo y no fue capaz de proteger a sus habitantes, traicionando los compromisos adquiridos e incumpliendo los acuerdos firmados entre las tres partes en el 2020.

Al parecer, el máximo líder ruso, Vladimir Putin, le ha hecho pagar al primer ministro armenio, Niko Pashinyan, sus coqueteos con la Unión Europea (UE) y la OTAN, incluidas unas maniobras militares con fuerzas de los Estados Unidos, que precisamente y no casualmente se celebraron ocho días antes del brutal ataque azerí contra Nagorno Karabaj. Putin le pasó la factura a Pashinyan seguramente por tal afrenta y Armenia, habiendo perdido quizá para siempre este territorio histórico que pertenecía a la herencia milenaria del pueblo armenio, ha pagado un precio muy alto. Un medio bien informado de los Estados Unidos, Carnegie Endowmen, señalaba: «De hecho, Moscú dio a Azerbaiyán carta blanca para resolver la cuestión de Karabaj por la fuerza. Y Teherán, en esta situación, no quería ser el único partido que apoya obstinadamente al perdedor». Entonces, no solamente Armenia perdía a su principal aliado frente a los azeríes, Rusia, sino también a Irán, un país aliado hasta ahora de los armenios y contrario a las pretensiones territoriales de Bakú con respecto al corredor de Zangezur y la provincia de Syunik.

Azerbaiyán, que se siente fuerte con el apoyo de Rusia y Turquía -ya que ambas nutren a su ejército de modernas y avanzadas armas-, sabe de la soledad de Armenia y desdeña un diálogo diplomático con sus líderes. Como muestra de su fortaleza y fuerza, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, se negó a ir a Granada, España, donde se celebró la tercera cumbre de la Comunidad Política Europea el 5 de octubre. Al margen de este foro, estaba prevista una reunión a cinco bandas con la participación de Nikol Pashinyan, Ilham Aliyev, Charles Michel, el presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz, pero casi en el último momento el líder azerbaiyano abandonó la visita a Granada porque no estaba invitada Turquía. Sin embargo, hay otras causas de fondo, como escenificar un diálogo con Armenia en un momento de fuerza y poderío. La reunión finalmente tuvo lugar sin él; Pashinyan, Michel, Macron y Scholz adoptaron una declaración conjunta.

Irán también abandona a los armenios

Para añadir más leña al fuego, el máximo líder turco, Tayyip Recep Erdogan, visitó a Aliyev en Najicheván. No fue nada casual que el presidente turco, Erdogan, mantuviera la primera reunión tras el conflicto para la recuperación de Nagorno Karabaj con su homólogo azerí Ilham Aliyev en la república de Najicheván, enclave azerí separado del resto del país por Armenia y fronterizo con Turquía e Irán. Precisamente, en la frontera de ese enclave con Armenia, se encuentra el ya citado corredor de Zangezur, que de ser recuperado por los azeríes por la fuerza uniría a Azerbaiyán con Turquía, forjándose el sueño imperialista y panturco de la Gran Turquía anhelada por Erdogan. El líder turco cada vez está más alejado de Occidente, pese a que su país es miembro de la OTAN y pretende integrarse en la UE, y tiene pretensiones de liderazgo regional en Asia Central y el Cáucaso. Su reciente apoyo a Hamás y sus duros alegatos contra Israel le sitúan cada vez más cerca de Irán y Siria que de sus supuestos socios europeos.

En este contexto tan volátil y donde se tejen alianzas cada vez más inesperadas, parece que Bakú y Teherán lograron llegar a un compromiso: aceptar que el ferrocarril de un supuesto corredor controlado por los azeríes pasará parcialmente por territorio iraní. De este modo, Teherán tendrá más oportunidades de controlar la situación. Los iraníes están contentos con este acuerdo y no ocultan su animadversión por los coqueteos de Armenia con los Estados Unidos. Si el proyecto se lleva a cabo, si se implementa, obtendrán acceso al Mar Mediterráneo a través de Turquía y un ferrocarril a Rusia a través de Azerbaiyán. Todos estos factores claramente superan la importancia del tránsito por el Mar Negro a través de Armenia y la vecina Georgia. Mientras estos movimientos diplomáticos se fraguan, Armenia aparece cada vez más sola en la escena internacional y, a tenor de lo ocurrido en Nagorno Karabaj, no está claro que nadie vaya a hacer algo por salvarla si entra en guerra con Azerbaiyán. ¿Acaso alguien salió en su defensa cuando fue atacada por los azeríes que se tomaron por sorpresa este territorio poblado por los armenios desde hace siglos?