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ifícil creerlo, pero en la actualidad un buen número de las relaciones humanas, laborales y sociales son vistas bajo la lupa de la suspicacia, la que puede derivar en un trastorno de la personalidad, volviéndose un obstáculo para unas sanas relaciones interpersonales y puede originar un trastorno paranoico de la personalidad.

La suspicacia podemos describirla como aquella conducta que nace a partir de una sospecha o del recelo, y que cualquier ser humano puede observar, ya sea momentáneamente y ante una determinada situación que lo amerita y lo impulsa, o bien porque ésta forma parte de su actitud en y hacia la vida.

Existen ciertas actitudes que generan suspicacias o sospechas en los demás, como mantener secretos dentro de un grupo cerrado, hacer viajes y no decir adónde, tener en una casa habitaciones siempre cerradas bajo llave, etcétera. Si bien seguramente es una cuestión positiva observar algo de suspicacia en algunas situaciones que nos depara la vida, como puede ser la de tener desconfianza cuando en medio de la calle alguien se acerca y nos pide un lempira, implicando esto que tengamos que abrir nuestra cartera, quedando de este modo propensos al robo.

En varios casos la suspicacia ayuda a detectar fallas a tiempo, un ejemplo de ello es el trabajo asignado a un equipo o persona, cuando se piden resultados y no los brindan y tampoco la información relevante, la suspicacia puede servir para determinar a tiempo que algo no anda bien y por ello sería inapropiado caer en la indiferencia, por lo que es indispensable investigar qué está sucediendo.

También en otros contextos, como por ejemplo: La actitud de la población y su renuencia a pagar sus impuestos, porque existe tradicionalmente la sospecha de que la gente del gobierno se embolsa lo recaudado, ya que el buen manejo administrativo no se refleja con resultados creíbles, cuando hay escuelas en condiciones físicas deplorables, hospitales desabastecidos de medicamentos, carreteras en mal estado; y otros beneficios económicos y sociales no llegan a los más pobres, etc.

Y es que en nuestro medio existe la suspicacia, que política es sinónimo de corrupción y político, de corrupto. Y esto es porque vemos también, como “funcionarios públicos” reciben salarios sin trabajar; otros que usan el erario público para cubrir gastos personales o justifican gastos con documentos falseados; las amañadas licitaciones y el famoso diez por ciento; sin omitir las cotidianas “mordidas” para acelerar un trámite burocrático.

En un sentido similar, si un gobierno enfrenta críticas y protestas por la inseguridad y empieza a difundir estadísticas que mencionan una supuesta caída del delito, despertará suspicacias en la población. Los ciudadanos pueden pensar que las estadísticas son falsas y que el anuncio gubernamental es una mentira para tranquilizar a la gente y desactivar el clima adverso.

En muchas otras cuestiones hay suspicacia, que hasta los malos resultados obtenidos por la selección nacional de futbol han creado la desconfianza de que esta no va clasificar al próximo campeonato mundial.

Si bien la suspicacia es conveniente en el desempeño de ciertas actividades, vivir con constante sospecha en lo cotidiano nos puede volver desconfiados y recelosos, lo cual es bueno solo en su justa medida, para no caer en trampas o mentiras