Columnistas

Sombras, lunares y tatuajes

Toda mi vida he estado consciente del acontecer político. Desde niño, por vista y oídos, percibía los sucesos a nivel de gobierno. Mi familia nunca fue política; mi padre, funcionario público de carrera, no simpatizaba con la dictadura de Carías, por ello, disfruté la llegada de Gálvez, la defenestración de Lozano y el vigoroso discurso de Villeda. Siempre lamenté la ruptura constitucional y condené la supuesta trampa de la CIA, que lo acusó de presidente proclive al comunismo. Villeda fue un social demócrata, aunque él se bautizó liberal.

Ingresé en política universitaria allá por el 68/69 y fui vicepresidente del movimiento estudiantil que defenestró la dictadura universitaria del Frente Unido. Ahí comenzó mi rechazo visceral a la imposición política, el abuso y la corrupción en todo sentido.

Milité en la tercera fuerza estudiantil de aquel entonces, el ahora fenecido Frente Revolucionario Estudiantil Social Cristiano (FRESC); del cual me retiré cuando algunos compañeros, embriagados por la propaganda soviética, decidieron abandonar los principios de la doctrina social de la Iglesia y declararse: “Frente universitario eminentemente Marxista Leninista”. Algunos de esos compañeros ahora son una patastera ideológica.

Mas de uno de aquellos jóvenes efervescentes habían coqueteado con Armando Velásquez y conspirado contra Villeda, luego fueron expulsados de incipientes movimientos prosoviéticos y otros prochinos (gordos y flacos); y después aparecieron enarbolando el gonfalón liberal o la estrella cachureca; lamentablemente, varios fueron señalados por el uso incorrecto de recursos ajenos. Ese ha sido un patrón de muchas figuras de nuestra farándula politiquera.

En todas estas últimas décadas, apegado al pensamiento Social Demócrata del Pinu y ahora, por inmerecida pero honrosa designación de los medios, como “analista nacional”, trato de expresar modestamente, a veces con atrevimiento, mis percepciones sobre la política criolla y el futuro del país.

Con gran preocupación observo un alto grado de incertidumbre en el electorado hondureño frente a los próximos comicios. Existe gran ansiedad y temor de equivocarse nuevamente y convertirse, ingenuamente, en cómplices de otro desastre nacional por la mala escogencia de los gobernantes.

Muchas candidaturas tienen sombras muy oscuras, funestos antecedentes, así como lunares que afean sus rostros, atemorizantes tatuajes marcan sus frentes con la “C” de corruptos, la “I” de incapaces o la “V” de violadores de la Constitución, esto dificulta la escogencia de los mejores, de los buenos, dentro de un costal de inelegibles. Para elegir no podemos referirnos solamente a los actos delincuenciales cometidos recientemente, debemos también explorar el ayer y el antier porque en las sombras del olvido se esconden muchas figuras que hoy, sufriendo de amnesia, se proclaman impolutos.

Ojalá podamos elegir, libremente, a aquellos compatriotas de frente limpia eximidos de esta pésima calificación y que, por su calidad humana, su liderazgo genuino, su honestidad y su comprobada capacidad, merecen la confianza del electorado nacional para gobernar nuestro país. ¡Basta ya de jugar a la gallinita ciega!