El serrucho es un instrumento muy útil en el noble oficio de la carpintería. Los antiguos egipcios usaron serruchos hace más de 5,000 años para erigir las eternas pirámides que se convirtieron en tumbas de los legendarios faraones. Se logró levantar esas majestuosas construcciones con la insustituible ayuda de este instrumento sencillo pero maravilloso con el cual aserraron la madera propia de los enormes andamios con los cuales elevaron las pesadas piedras.
Como se puede observar, el serrucho ha sido, sin bombos ni platillos, una humilde herramienta con la cual se han construido las asombrosas edificaciones del mundo moderno.
En la Honduras de hoy, y particularmente en el campo de la política, las luchas feroces por disputarse los jugosos cheques mensuales de los principales puestos públicos han proliferado; estas luchas, la mayoría subterráneas, han sido calificadas como “Serruchar el piso”, que significa el despliegue de una campaña sucia, hipócrita y demoledora contra la imagen del correligionario designado para desempeñarse en una función pública.
Se le acusa de indolente, de irresponsable, de traidor a la causa del partido por su negativa a abrir los portones de su Secretaría de Estado a un tropel de aspirantes incapaces, sin experiencia ni formación académica alguna, pero que por el hecho de haber acompañado al candidato en sus desactualizadas caminatas o concentraciones y haber pegado unos cuantos afiches en los postes de la ENEE, ya se arrogan el indisputable derecho de asumir “a huevos” una Secretaría, una Dirección General o un delicado puesto como director de un hospital.
Por otro lado, ha atemorizado a la población la aparición de turbas, bautizadas ahora como “colectivos” que, mediante el uso de la fuerza bruta, la sinrazón y la violencia desalojan personal de las oficinas públicas pretendiendo instalarse aun si ello implica rechazar la voluntad de la mandataria al haber nombrado en esos puestos a personal que ella considera calificado.
“Serruchar el piso” se da en todos los niveles, incluyendo (asómbrese usted) a nivel Presidencial. Más de un mandatario en la América ha caído víctima del serrucho despiadado de sus propios funcionarios, personajes anónimos que caminaron de la mano del mandatario besándole hasta las pisadas y ya en las alturas se emborracharon de soberbia y creyéndose más capaces que el jefe, se lanzaron a la innoble tarea de desprestigiar a su propio régimen mediante el estímulo de prácticas administrativas inaceptables.
Todo ello, tirando la piedra y escondiendo la mano, y como Judas, dando el beso traicionero a la persona que le enseñó a volar.Por el bien de Honduras, evitemos que el serrucho se utilice para provocar más daño, el Estado -que lo constituimos nueve millones de hondureños- no puede satisfacer las necesidades de empleo de todo un partido. Utilicemos ese noble instrumento para construir la nueva Honduras, no para desprestigiar a los propios compañeros en el poder.