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Semántica de la oscuridad

En el mito de Prometeo, el fuego que fue robado a los dioses fue entregado a los seres humanos para que estos tengan el conocimiento. La metáfora del fuego y el conocimiento no es caprichosa, entre otras cosas, porque el fuego permite modificar la materia, pero además porque gracias a la iluminación de este, el ser humano es capaz de ver las cosas y usarlas, manipularlas, nombrarlas, transformarlas, apreciarlas o rechazarlas.

La oscuridad tiene en términos generales una connotación negativa; las malas intenciones, por ejemplo, son propuestas como intenciones oscuras; igualmente cuando una persona ha actuado mal anteriormente, se dice que tiene un oscuro pasado. Si alguien anda en malos pasos, se dice que anda en cosas turbias, que algún grado de extensión de significado tiene con la palabra oscuridad.

Se habla de oscurantismo para referirse a la Edad Media y el estancamiento que provocó en la tecnología y la cultura (con algún desconocimiento, por cierto), se le dice artes oscuras a la magia que está dispuesta para hacer el mal en otras personas, o bien magia negra, que remite nuevamente en su nombre a lo oscuro.

¿Por qué tendemos a relacionar lo malo con la oscuridad? Las razones pueden ser varias. En términos generales, necesitamos luz para poder desplazarnos, para saber dónde estamos ubicados y para sentirnos seguros. En la oscuridad se puede esconder cualquier peligro. Porque por otra parte la luz y la claridad son elementos que tienen un significado totalmente opuesto. La luz eléctrica significa también progreso, ya no es necesario la leña o el gas.

De allí que en los cuentos, novelas o películas de terror sea necesaria la oscuridad (salvo en películas como Midsommar que se rebela ante esa naturaleza), nos da miedo, crea un escenario correcto para generar ciertas emociones en nosotros.

No nos gustan los callejones oscuros ni seríamos capaces de entrar a una casa que no es la nuestra si en ella faltan todas las luces. Todo eso se esconde detrás de la palabra oscuridad. Es quizá, lo que sin querer y sin darse cuenta está provocando la actual administración con los apagones; nuestras calles, en general, nuestras ciudades no nos dan la misma confianza si no están iluminadas.

Ya se ha explicado ampliamente, en los diferentes medios de comunicación, los efectos que producen en la vida cotidiana los anunciados apagones. Se complica la seguridad, la salud, la educación, el comercio, el entretenimiento y casi cualquier aspecto de las personas. Los testimonios sobran.

La huella que se está dejando en el imaginario de todos los hondureños es terrible. Creo que no se debería subestimar el valor simbólico de los acontecimientos, porque el ser humano es un ser simbólico por excelencia, de hecho, gran parte de nuestra felicidad e infelicidad está más determinada por nuestras construcciones mentales que por la resolución de nuestros problemas vitales. Solamente así se puede explicar que una persona pueda mostrarse feliz a pesar de las dificultades, o por ejemplo, en la miseria.

Nadie quiere vivir en oscuridad, así sean una, dos o tres veces por semana, así solo sean un par de meses, las cosas como estas nunca se olvidan, quedará impregnado en el discurso que tenga la sociedad sobre el accionar de la presente administración.