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¿Por qué quiere ser Presidente?

Si Ud. toma un poco de su tiempo y se dedica a encontrar respuestas de por qué a algunos personajes del país se les quema la miel por ser presidentes o quieren continuar en el poder violando cualquier precepto constitucional, porque “la Constitución es pura babosada” como decía el diputado y cachureco empedernido Plutarco Muñoz, se encontrará con razones fundadas elementales.

La más pedestre como clásica, es la de endilgar que todo tipo que quiere gobernar estas Hibueras lo hace por la sencilla razón de que “quiere robar, hacerse rico de la noche a la mañana; porque el poder es ensueño ya que se puede tener indebida e impunemente mansiones maravillosas en El Hatillo, Miami, o lavar el pisto robado en los paraísos fiscales como Suiza, Las Islas Caimán o Panamá y porque de paso, “una ayudita no es mala para mis amigos del partido, compadres, familiares, amantes y testaferros”.

Pero hay interrogantes que no son tan vulgares y que podrían tocar fondo, verbigracia: ¿de qué sirve ser presidente de un lugar perdido en la cintura continental en donde más de tres millones de personas de 80 municipios, viven en condiciones parecidas a las de cualquier nación más pobre de África? ¿Cuál es el provecho o ideal de dirigir un país en donde la muerte y el terror se nos aparecen a cada momento encostalados en cunetas, callejones y montes? ¿De qué sirve gobernar una República endeudada por generaciones, donde cada día se nos configura un Estado asaltado por dos poderes como lo reconocen analistas locales y extranjeros: el poder informal pero real, el de los criminales y las maras que extorsionan y matan a la gente humilde y más pobre del pueblo y el de los mafiosos políticos y que, agazapados desde los tres poderes del Estado entregan el país en pedazos a transnacionales, y que asfixian al pueblo con medidas impositivas y autoritarias, en nombre de la democracia?

¿De qué sirve gobernar una República en donde se vive la ficción de una macroeconomía sostenida con el sudor de los migrantes y sus remesas pero que no son retribuidas socialmente a los más desfavorecidos sino a las élites financieras que se regodean y alardean de tener “economías sanas” cuando en realidad sirve para sostener el modelo económico macabro que nos tiene como el país más pobre y violento de este hemisferio, reconocido así por la misma ONU y otros organismos de Derechos Humanos?

¿De qué sirve, en fin, ser Presidente de la República de Honduras si para lo que servirá su huella es la de ser un pésimo y torcido mandadero para aplicar las políticas necro neoliberales de los organismos financieros internacionales y de los grupos fácticos de poder local?

Ingenuas o no, a estas últimas interrogantes debemos agregar otra: ¿hay alguien o algún fenómeno revolucionario que pueda cambiar este perfil nefasto pero concreto y real en el oficio de gobernar, del Presidente de la República y que está clavado desde hace más de un siglo en el fondo de la mente y el imaginario colectivo de toda una nación?

*Periodista y comunicador popular