En los últimos días, una de las más destacadas noticias (como siempre) fue la visita del FMI para revisar el comportamiento de las medidas del gobierno para mantener la estabilidad macroeconómica del país. Nada nuevo, cumbos por un lado y por el otro; comentarios favorables de funcionarios internacionales y alabanzas de los nacionales, ensalzando y justificando porqué es indispensable la “continuidad” y la “permanencia” ad infinitum del actual orden de cosas.
No vamos a demeritar el esfuerzo de los funcionarios responsables de mantener esta imagen de solidez económica, ellos solo cumplen con su deber y lo están haciendo bien, pero, ¿dónde están los grandes esfuerzos del Gobierno por perseguir el desarrollo económico del país? ¿Por cuánto tiempo vamos a manejar la economía como una pulpería de barrio? Abre a las seis de la mañana y cierra a las seis de la tarde (por la inseguridad) y así hasta que sus propietarios sucumben a los rigores del tiempo y deben entregar el pequeño negocio a la siguiente generación, sin ningún avance visible en el nivel de vida del núcleo familiar; o bien, la vendedora ambulante que con tanto sacrificio se ubica en una esquina y allí, junto a una cajita de cartón en la que cuida de sus pequeños, logra un mísero sustento diario.
Cuándo van a entender nuestras autoridades de gobierno, todas, no solo de este (que ya lleva tres años y solo le faltan 14 meses para cumplir su período constitucional), que el verdadero desarrollo integral de un pueblo depende del fortalecimiento de la microeconomía; de la economía del artesano, del pequeño productor agrícola, del comerciante, del jornalero, del pequeño transportista; y de aquellos otros miles de pequeños gigantes que diariamente se parten el pecho rebuscándose honradamente.
Señores, escuchen las voces que se levantan llamando la atención sobre la precariedad en que se debate nuestro pueblo. Asuman su responsabilidad de velar por esa masa de olvidados y dejen que los grandes hagan el esfuerzo por defenderse solos. No basen su tranquilidad en la sonrisa de los pocos exportadores o emisores de tarjetas que se benefician de las devaluaciones y del mejoramiento cíclico de los mercados o de groseras tasas de interés que asfixian al sector medio y bajo. Las remesas no serán eternas, debemos estimular una economía de desarrollo (no solo de crecimiento) sostenible.
Se me olvidaba, la reelección no es la solución de nuestros males, cero continuismos. Respeto absoluto a la Constitución.