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Política y astucia

ecién leí declaraciones donde el entrevistado expresa, entre otros criterios, que el Presidente “es el político más astuto de los últimos tiempos. Siempre logra poner la agenda y eso ayuda mucho en una campaña”. Este calificativo -exceptuando algunas excepciones- ha sido una constante histórica aplicado a la “clase política”, no importando el rango que ostente el empleado público en cualquiera de los poderes del Estado, siempre y cuando el personaje sea un poderoso influyente en el accionar administrativo y operativo del gobierno. La vox populi los conoce como aquellos que “se la saben todas”, “le entienden al trámite”, “lo tienen todo bajo control”, hasta “es muy inteligente”, etc. Tal hecho demuestra desconocer lo que significa la ciencia política y la decadencia como se valoran los principios morales en nuestra sociedad.

Efectivamente, el astuto es la persona que hace uso de la astucia, por definición astucia es la “sagacidad, sutileza, habilidad para engañar o evitar el engaño y lograr un objetivo. Ardid, treta, artimaña”. (RAE). Siguiendo a la Academia: “Ardid, acción hábil con que se pretende engañar a alguien o conseguir algo. Treta, medio que se emplea con habilidad para conseguir una cosa y en el que hay oculto un engaño o una trampa. Artimaña, acción disimulada y generalmente malintencionada para conseguir algo”.

En consonancia, el astuto es el que actúa empleando acciones con las que intenta ocultar lo que siente, sabe o planea hacer para que los demás no se den cuenta, presentando algo como real sin serlo, fingiendo sentimientos, ideas y cualidades -por consiguiente- cuando hay un comportamiento de esta naturaleza lo que se emplea para lograr algo es el engaño en su grado máximo; la pregunta obligada… ¿el político -si se le puede llamar así- tiene que engañar a la ciudadanía para cumplir con eficiencia sus funciones públicas o engaña para sus fines particulares o partidarios? Tienen ustedes, lectores, la respuesta.

La política tiene su origen en el mismo hombre como ser social desde que formó el primer núcleo social, la familia, surgiendo la necesidad de encargar a una persona para dirigir y organizar a las demás (gobernar), pasando por las tribus, monarquías y así con la evolución de las sociedades hasta que surge con los griegos la democracia, donde el gobierno no era ejercido mediante un jefe o rey, sino por personas que son elegidas por los ciudadanos. Conocedores del tema político, los griegos, después de sus deliberaciones, determinaron que lo esencial para un político que ejerce la gobernanza en un ambiente democrático y en cualquiera de los estamentos gubernamentales es que existan leyes que respondan en beneficio de la comunidad y que los políticos las respeten y las apliquen. De ocurrir lo contrario, lo que se necesita es sencillamente contar con mujeres buenas y hombres buenos que rijan los destinos de un país, ya que actúan de manera correcta en sus actos y, sobre todo, respetan y aplican la ley para alcanzar lo justo para la sociedad, que es el bien común, entendiéndose por bueno -en lo que nos ocupa- aquel acorde y apegado a mantener una actitud honesta, sincera y transparente.

El político al regir en cualquier nivel gubernativo debe servir a los intereses comunes en provecho del pueblo, de hecho un régimen político que no beneficie a sus ciudadanos debe ser considerado ilegítimo. Como puede determinarse, es absurdo establecer como principio que los políticos apliquen la astucia en el logro del bien común; tristemente en la realidad es difícil que la mayoría de políticos dejen a un lado sus intereses particulares para velar por los del pueblo, por eso recurren al engaño, repito, triste realidad. Aunque como todo puede alterarse, en una democracia depende de la decisión ciudadana