Columnistas

Nuevo autoritarismo o democratización

Honduras en el 2022 estará viviendo una transición. Pero no solo se trata de una transición de gobierno, también será de país, después de doce años de continuismo nacionalista que dejó su marca en las instituciones, en el mercado y en la sociedad. La transición puede ser positiva con oportunidades, pero también tiene sus riesgos si no nos involucramos.

Las primeras semanas del nuevo período constitucional 2022-2026 deja entrever que la transición del viejo orden a uno nuevo puede ser inestable y volátil debido a que el país no tiene los suficientes soportes democráticos, institucionales y sociales para alinear una agenda de cambio compartida e incluyente, dejando todo en las manos de la clase política y las luchas de poder. Bajo este contexto, son dos las rutas que puede tomar el país.

Por un lado- y tomando en cuenta los acontecimientos recientes- se encuentra la ruta de una nueva reconfiguración autoritaria. El tener resultados electorales con amplios márgenes de victoria, no garantiza un mejoramiento de la democracia, especialmente cuando no se cumplen las leyes, las instituciones públicas están al servicio del poder político y existe la cultura de que quien gana las elecciones se lleva todo el botín estatal.

Esta nueva reconfiguración autoritaria, como suele ser muy común en nuestra historia de 200 años, sitúa al Ejecutivo en el centro, utilizando al Legislativo y Judicial como brazos implementadores.Por el otro lado, está la ruta de la democratización, la cual es más compleja por los niveles de desconfianza y conflictividad.

En el corto plazo, se traduce en la voluntad política de impulsar un genuino proceso de reconciliación entre aquellos que deben implementar los compromisos democráticos. Más allá del desgastado término de “diálogo”, este proceso debe contener un componente de justicia transicional que permita conocer la verdad de doce años de autoritarismo, reconocer el daño causado por los victimarios y brindar reparaciones a las víctimas para sanar las heridas.

Todo esto permitirá construir confianza para pasar del conflicto que nos divide al futuro compartido en un marco democrático plural, incluyente y tolerante. Las nuevas autoridades electas tienen una oportunidad de oro que jamás se ha visto en la historia del país.

Tienen todo el apoyo popular e internacional para fortalecer las instituciones, reinventar el Estado de derecho y mejorar las condiciones de vida de millones de hondureñas y hondureños. Pero también tienen una deuda histórica que cobrar por el golpe de Estado de 2009 y la presión de las clientelas del partido político para otorgar empleos.

Veremos si en el 2022 se comportan como los autócratas que sacaron del poder o realmente pueden cumplir el llamado de la población en las urnas.