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Nuestro primer padre

Hay dos versiones de su muerte, ambas dudosas. Una en que se le traiciona y que desde luego infama a las huestes españolas, y otra en que muere en viril combate personal, si bien algunos investigadores desconfían del declarante, el militar Pedro Rodrigo Ruiz de Carmona, quien atestiguó haber vencido al cacique y llevado su cabeza a Siguatepeque, como prueba real, donde el Adelantado Francisco de Montejo.

Anécdota aparte, lo esencial del hombre es su vida, no la muerte, suceso que por lo usual no controla. Y de allí que no es exagerado afirmar que uno de los mayores dolores de cabeza (si no el mayor) que sufrieron los conquistadores iberos en la hoy Centroamérica lo produjo el cacique Elempira, semilla de nuestra nacionalidad.

Pues por una década los combatió enfurecidamente ya que representaban una invasión y la amenaza terrible del dominio absoluto, como sabía que lo habían logrado en Guatemala, con suma crueldad. Y por ende levantó una fuerza de resistencia calculada en treinta mil personas (desde lo que es hoy Gracias al valle de Sula) que allí donde veían aparecer a un español lo emboscaban y apedreaban y flechaban hasta hacerle difícil su misión esclavizadora.

Cuando narro esto en algún instituto de secundaria surge muchas veces la pregunta: pero ¿cómo pudo Lempira en esa época mantener un ejército de 30,000 hombres, guiarlo, alimentarlo, pertrecharlo, quizás uniformarlo? Nunca fue así, obvio, sino que las armas sustanciales de Lempira fueron el convencimiento y la toma de conciencia.

Despertó el amor patrio por una nación que aún no existía y que era más bien el aire, la tierra, el agua, el maíz, los espíritus de los bosques, a los que había que defender y proteger. De súbito cada indígena se transformó en guerrero autónomo, cada villa en bastión, cada pueblo en rechazo conjunto al afán extranjero, más otros caciques que lideraban tras su ejemplo: Cicumba, Entepica, Toreba y que incluso atrajeron al español aindiado Gonzalo Guerrero, quien se vino desde Yucatán con 60 canoas de combatientes para apoyar al primero de ellos en su lucha y gesta contra Pedro de Alvarado... Batalló heroico sobre las aguas del Ulúa, donde se extinguió para siempre...

Es interesante apreciar a Lempira desde esta otra óptica, la de organizador estratégico y no sólo indio flechero.

Su llamada rebelde electrizó al territorio todo de occidente y Caribe de la futura Honduras y probablemente hasta Olancho inspirando osadía, valor y atrevimiento, pero sobre todo dignidad. Conjuntó en ardor a diversas culturas y lenguas haciéndolas unificarse en pro de un objetivo social, la defensa de lo propio, que es la sobrevivencia de sus regímenes y familias.

Fue el principio de la identidad colectiva que compartimos, autor del primer gesto soberano incluso sobre el concepto vacío de una patria aún no emergida, prócer de una gesta libertaria dibujada en el silencio de un tiempo ahistórico.

El proyecto de la Honduras actual debe ser, cual legado del padre Elempira, sembrar orgullo en el alma de cada nacional, inspirarle rebeldía para que combata por las calles modernas de dios a los filibusteros corruptos, a los ultraconservadores y neoliberales que obstruyen el progreso y a los mercenarios del dólar que venden al país