Ver el modernismo con el que está creciendo Tegucigalpa y otras ciudades del país contrasta, por un lado, con la incultura de sus habitantes y, por el otro, con la complicidad de sus mandos que levantan significativas obras de infraestructura en medio de pomposos edificios pero apadrinan el desorden a todo nivel.
Hablando de la capital, al alcalde Nasry “Tito” Asfura Zablah lo vemos como un “terminator”, mitad hombre, mitad máquina. Ha demostrado con su equipo de trabajo que no está jugando en remozar la metrópoli con más puentes, ampliando o edificando calles, reduciendo medianas para ponerla a tono con el auge vehicular y poblacional.
Pero en medio de su lucha por cambiar lo que otros no hicieron en 30 años ni en maquetas ni en anuncios televisuales, ciertos capitalinos cuestionan a “Papi a la orden” por “volarse” numerosos árboles para construir pasos a desnivel, subterráneos y otro tipo de pilares. Nos mostramos severos con las autoridades siendo macetas en el hogar.
Tegucigalpa tiene profusas quejas pero con una población indiferente a sus pedidos. Todo mundo exige cunetas para taponearlas, urge de puentes aéreos en calles de alto tráfico y muere aplastado por no usarlo, pide peatonales y sirven para estancar taxis, buses, carros particulares frente a la apatía, complot o deleite económica de los de arriba.
Es un despelote total. La Alcaldía Municipal del Distrito Central otorga “permisos de operación” para que una cantina opere a la par de una escuela, de un colegio, de una iglesia y hasta de una venta de drogas que tiene cara de pulpería. Cerca de un kínder pululan pandilleros y, al lado está una posta policial. En pleno bulevar hay una llantera y de paso le venden cervezas.
Un caso particular es la terminal de buses frente a la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). En las afueras se tropieza con todo. El puente peatonal es otro adorno. La entrada al campus es un retrete. Impera la ley del más fuerte. Taxistas y buseros pelean clientes en los pelos de agentes policiales y de empleados del “orden vial”. Modernismo y caos. ¡Papi, qué desorden!
*Periodista