Columnistas

Los hombres y las flores

Por lo menos en esta parte del mundo, debido a prejuicios culturales a los hombres se nos ha alejado de las flores. Casi que la única relación que se nos ha permitido tener con ellas es comprarlas para dárselas a una mujer o a un muerto. O bien, cuando un hombre muere, llenar la sala de velación y la tumba de coronas y arreglos. En otras palabras, hay hombres que reciben su primera flor cuando están muertos. Por mucho, existe la imagen en la cultura popular, del donjuán con una rosa sostenida entre los dientes, pero siempre lista para ser entregada a una mujer.

Se ha llegado incluso al punto en el que casi ha sido prohibido gustar de las flores; lo que es absolutamente una locura. Durante años los hombres no hemos podido ni oler, ni ver y ni palpar flores a gusto, porque hacerlo ha significado un cuestionamiento a la identidad masculina, y para todos es sabido que ese ha sido un tema complejísimo en nuestra historia lejana e incluso reciente. El apelativo “flor” -léase con un asqueroso tono sardónico y burlesco- en algunos círculos, por ejemplo, sirvió para referir la falta de masculinidad en los hombres, y claro, la masculinidad frágil sucumbió muchas veces ante el acoso. Se alejó de ellas.

Si alguien ve una camisa floreada o con algún mínimo detalle que remita a ello, de inmediato se piensa que son para mujeres. Hasta aquella típica oración “la niña recoge flores en el jardín”, que se usa para enseñar sujeto, verbo, complemento directo y los circunstanciales, está infectada por esta idea. Siempre es una niña, nunca un niño. Pasa lo mismo si pensamos en el cultivo, distribución y venta de flores.

Uno de los hechos que resultan más esperanzadores respecto a este tema es que los medallistas olímpicos y los ganadores de algunas competencias reciben flores como símbolo de su victoria, y me parece uno de los más hermosos que pudieran darles. Sin embargo, en la Fórmula 1, por ejemplo, se dejó de dar la corona de laurel debido a la queja de los patrocinadores, quienes afirmaban que por culpa de ella no se miraba el logo. Y si bien este hecho no tiene mucho que ver con las barreras culturales que han construido entre hombres y flores, sí ha dejado de ser una oportunidad de ver hombres floreados.

Incluso estas premiaciones en las que se ha acostumbrado a entregar un ramo a los ganadores han recibido acusaciones de que son sexistas, ya que el ciclismo, el ramo es entregado por una azafata y esta le planta un beso en la mejilla a los que ocupan el podio. Es decir, de alguna u otra manera se macha siempre esta relación que guardamos con las flores.

Así que estimada lectora, siempre que usted tenga la oportunidad de regalarle flores a un hombre, hágalo. Es hora de normalizar la idea de que las flores nos gustan por igual a todos y a todas, y que todo el símbolo que guardan puede estar relacionado a cualquier género, sin distinción alguna.

Y usted, amable lector, siéntase feliz y halagado cuando reciba un ramo o una flor en macetera; y acérquese, cuide, huela, cultive, palpe, compre, disfrute y haga todo lo que se pueda con las flores. Y si le gusta una linda camisa floreada, cómprela. No espere a llegar a la tumba para tener una relación con esta maravilla de la creación, porque no es posible que tengamos una relación tan restrictiva con uno de los símbolos más sublimes de la naturaleza, la vida y la belleza.