Evidentemente, la violación de los derechos humanos en Honduras ha sido una constante en crecimiento, exacerbándose en la última década, según informes de Amnistía Internacional de Berlín, Alemania, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos de Ginebra, Suiza y por el Centro de Paz y los Derechos Humanos de Oslo, Noruega.
Estas organizaciones trabajan por un mundo en el que todas las personas puedan disfrutar de sus derechos humanos. Además, son movimientos globales que actúan para poner fin a los abusos contra los derechos humanos.
Los derechos humanos son derechos y libertades fundamentales que tenemos todas las personas por el mero hecho de existir. Respetarlos permite crear las condiciones indispensables para que los seres humanos vivamos dignamente en un entorno de libertad, justicia y paz. El derecho a la vida, a la libertad de expresión, a la libertad de opinión y de conciencia, a la educación, a la salud, a la vivienda, al agua, al aire no contaminado, a la participación política y al acceso a la información son algunos de ellos.
Los derechos humanos engloban derechos y obligaciones inherentes a todos los seres humanos que nadie, ni el más poderoso de los gobiernos, tiene autoridad para negarnos.
No hacen distinción de sexo, nacionalidad, lugar de residencia, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, edad, partido político o condición social, cultural o económica.
Los derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes.
Por tanto, la violación de los derechos humanos es quitarle la vida, es arrancar la justicia, el bienestar, la satisfacción, la felicidad y la paz al ser humano, sea por causas políticas, económicas, sociales o culturales.
Cuando me refiero a la libertad de expresión, ella es la base de los derechos humanos, la raíz de la naturaleza humana y la madre de la verdad. Matar la libertad de expresión es insultar los derechos humanos, reprimir la naturaleza humana o suprimir la verdad.
Las organizaciones internacionales de derechos humanos, así como las cámaras alta y baja de EE UU y el Parlamento Europeo, recomiendan que para el pleno disfrute de los derechos humanos es indispensable que Honduras avance en el proceso de fortalecimiento de su institucionalidad democrática, garantice una auténtica separación de poderes y fortalezca el Estado de derecho. Definitivamente para que esta recomendación ocurra es necesario un cambio de gobernante y de gobierno, de lo contrario no es posible.
Ciertamente, Honduras enfrenta niveles críticos de impunidad y de corrupción, de hecho, ya está clasificada como un narco Estado por el sistema de justicia de Estado Unidos. Tristeza.
La pobreza y la desigualdad están profundamente enraizadas y son la causa principal de la migración forzada de decenas de miles de compatriotas hondureños que dejan el país en caravanas migratorias con el objetivo de llegar a los Estados Unidos de América, donde Trump les niega el derecho humano de asilo, lo cual es otra violación.
Nuestra Honduras está marcada por una pobreza generalizada que afecta a más del 67% de su población. El 58.9% de la población rural vive en la pobreza extrema. Los desafíos de Honduras son enormes. Se estima que el 70.7% de la población enfrenta graves privaciones respecto de educación, salud y nivel de vida.
La corrupción desvía recursos del Estado y de préstamos nacionales e internacionales, recursos que debieron haber llegado a la meta final, el pueblo. El Consejo Nacional Anticorrupción informó que la corrupción hizo suyos el 49% del presupuesto de salud, violando los derechos humanos de cientos de miles de compatriotas a tener derecho a la salud. ¿Y las sanciones internacionales?
En el contexto laboral se dibuja con claridad la desigualdad económica, el 68.5% de la población está desempleada o subempleada.
En cuanto a la violencia e inseguridad, el discurso del gobierno tiende a centrarse en las pandillas como la principal causa de violencia. Este enfoque exclusivo preocupa, como si las maras y las pandillas fueran los únicos actores de la violencia e inseguridad, subestimando otros actores, como el crimen organizado con estrechos vínculos con militares, policías, políticos y empresarios de gran poder económico.
El crimen organizado se infiltró en las instituciones y en el ámbito político de forma significativa a través de la corrupción y la colusión, hecho demostrado por las personas procesadas en casos penales en curso en los tribunales nacionales o que han sido extraditadas o detenidas en jurisdicciones extranjeras. En este sentido, desde EE EE, en el sistema de justicia de ese país, el actual gobernante es señalado como coconspirador de narcotráfico. Vergüenza de Honduras.
El panorama actual de las violaciones de los derechos humanos para el pueblo hondureño es oscuro, pero este mal rato tiene fecha de vencimiento. Queda planteado.