Hace unas cuatro décadas pensábamos que los cambios vendrían como resultado de la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales, hasta nos aprendimos de memoria aquella idea elevada a ley de que a cada nivel del desarrollo de las fuerzas productivas le corresponde un determinado nivel de las relaciones sociales de producción y que, llegado un momento, ese desarrollo “clamaría” por unas relaciones de cooperación y ayuda mutua en el proceso económico. Nada de eso ha ocurrido, las fuerzas productivas se han desarrollado a niveles insospechables y, sin embargo, las relaciones entre las personas en el proceso económico se han vuelto más irracionales.
En Honduras empezamos a vivir un caos, pero esto no es un problema exclusivo de este país, el caos es sistémico, desde luego, con diferentes grados, según sea el desarrollo económico de cada nación. La situación por la cual atraviesa el país es el resultado de la aplicación de un modelo económico basado más en la especulación financiera y no tanto en la actividad productiva, aspecto que se reproduce en todo el sistema capitalista, problema que se ve agravado porque en el caso particular de algunas naciones, como Honduras, su historia está salpicada de corrupción y de malos gobiernos.
Toda la historia política de Honduras, raros breves momentos, han sumado a la desgracia que vivimos.
El caos tiene raíces profundas en un sistema que por su propia naturaleza es anárquico, no sigue la lógica de las necesidades de toda la sociedad, es altamente concentrador; pero también tiene causas externas. Los sectores conservadores, en determinadas condiciones, promueven el caos para apoderarse de los recursos, ahí tenemos la destrucción de naciones enteras como es el caso de Libia, Afganistán e Irak, de igual manera, algunos sectores de izquierda han tenido la percepción que la descomposición y el caos social conduce inevitablemente a los cambios sociales, lo cual, la historia reciente no parece comprobar.
La sociedad se desenvuelve en una situación en la que, lo que está en peligro es la misma especie humana. En esencia, lo vivido en el país, es el resultado del compromiso del gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI), quien en su interés para que el Estado pague la enorme deuda vino e hizo recomendaciones de más ajustes a la economía, sobre todo en lo que tiene que ver con la reducción del gasto público en salud y educación.
Las características de una sociedad en caos empiezan por la pérdida de la autoridad, irrespeto a la normativa, centralización y falta de diálogo en la resolución de los problemas, uso de la violencia en detrimento de las formas racionales en la comprensión de los conflictos. Cada quien cree tener la razón y lucha para imponerla a todo el pueblo. Así se va acentuando una cultura autoritaria.
Al final, la razón de Estado recurre a formas represivas para recuperar el orden perdido, que no es más que un orden en un proceso de deshumanización. El caos es la sociedad del miedo y el de sálvese el que pueda.