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La democracia en Cuba en el imaginario de Trump

No hay antecedentes en la historia moderna de un país que haya pasado por un bloqueo tanto tiempo y de tan graves consecuencias como ha ocurrido con Cuba por parte de Estados Unidos. El bloqueo lleva alrededor de seis décadas y se mantiene desoyendo a la comunidad internacional y las normas de convivencia entre naciones. Casi la totalidad de los miembros de las Naciones Unidas (ONU) han votado en reiteradas ocasiones demandando la suspensión. Cuando los gobiernos estadunidenses persisten en mantener el aislamiento sobre la mayor de las Antillas, lo hacen pensando en lo que para ellos es democracia. Cuba, señalan, debe vivir una democracia como Guatemala, Colombia, Chile y Honduras, para solo citar unos cuantos ejemplos. En muchos casos la democracia electoral en América Latina no es competitiva, son conflictivas, se vota pero no se elige. Se busca, por los que se consideran con derechos para imponer su voluntad a otros pueblos, que Cuba entre a la política de libre mercado, que abrace el recetario neoliberal que recomienda el desmantelamiento de todas las conquistas sociales, privatizando todo lo que al pueblo le corresponde por
derecho natural.

La democracia promovida para Cuba por los gobiernos de Estados Unidos sería aquella donde sus recursos naturales; como las fuentes de agua, energía eléctrica, bosques, minas y otras adquirirían un valor de mercado, sin acceso al pueblo. Su explotación implicaría la destrucción de sus bellezas naturales, que a juzgar por la célebre frase de Cristóbal Colon es la “...tierra que ojos humanos jamás hayan visto”. En la Cuba democrática que es promovida, habrá garantías y derechos ilusorios. La población tendrá derecho al trabajo, pero como en la mayoría de los países latinoamericanos, en las fábricas y centros laborales habrá un rótulo que diga “no hay vacantes”, tendrá derecho a movilizarse, pero por falta de recursos y por miedo a la violencia, no podrán ir ni a la casa vecina; tendrán todos los derechos, incluyendo el consumo de sustancias tóxicas.

El bloqueo a Cuba ha sido permanente, con breves intervalos de mayor o menor agresividad. En cada proceso electoral, el tema Cuba se actualiza. En esta ocasión el aspirante a la reelección presidencial Donald Trump, con su consorte, el envejecido exilio cubano, ha desplegado una inusitada campaña en favor del endurecimiento del bloqueo, pero no solo eso, con un anticomunismo trasnochado, dirigido a los votantes para generar miedo, acusando, en su desesperación a los demócratas de impulsar una política en favor de las ideas socialistas. Excentricidades del inquilino de la Casa Blanca. Si la democracia, en un país, en este caso Cuba, no está a la medida de los intereses del gran capital, no es democracia en el imaginario de Trump. Someter a un pueblo a tan despiadado sacrificio con la idea de imponer una forma de gobierno, sin lograr sus perversos propósitos, es porque fracasó la política del garrote.

Hace algunos años, el fallecido presidente francés François Mitterrand llamó “primitivo” al embargo y describió la hostilidad norteamericana hacia Cuba como “estúpida”