Hace unas semanas escribí una columna donde preguntaba si alguien aún se acuerda de la CICIH. Evidentemente, quienes si la recuerdan son los que están en campaña política. Un tema tan necesario y delicado ha sido manipulado con fines electorales y, en este año electoral, se ha politizado aún más.
Lo que sucedió la semana pasada en el Congreso Nacional en relación con la CICIH no es un proceso legislativo formal, donde los diputados se reúnan para pensar en los intereses generales de la nación. Lo que hacen es jugar a la papa caliente para ver quien se quema las manos primero con un tema que nace de las promesas de campaña de la actual presidente y que forma parte del Acuerdo Bicentenario -otro compromiso del actual gobierno- pero, en lugar de avanzar hacia un mecanismo internacional contra la corrupción, se promovió una amnistía para simpatizantes del partido oficialista señalados por corrupción.
Tras tres años y medio, la CICIH sigue siendo solo un discurso. No hay avances concretos. Invito a los lectores a consultar el informe del equipo de expertos de Naciones Unidas, el cual este gobierno intentó mantener en secreto. Ahí se evidencian los escasos avances hacia su instalación.
Pero no, no se trata de responsabilizar al partido en gobierno. Claro que la oposición política tiene tremenda responsabilidad, y no solo con la CICIH, también con la MACCIH. Ahora resulta paradójico ver a los que cuestionaron el trabajo de la MACCIH ser grandes abanderados de la lucha contra la corrupción. Ni a los que ya fueron gobierno les interesa este tema, ni tampoco a los que actualmente nos gobiernan, ambos saben que sus intereses se encuentran expuestos si llega un mecanismo internacional independiente, eficiente y autónomo en el ejercicio de la acción penal pública. No solo la CICIH es un discurso, también los temas anticorrupción. La politiquería y la corrupción son los peores desastres de este país, los gobernantes y exgobernantes únicamente se han dedicado en concentrar el poder, en responsabilizar a otros del caos que vivimos, pero nadie asume la responsabilidad de la Honduras que van a heredar. Mientras no combatamos frontalmente la corrupción sin distinción alguna, nada va a cambiar, todo quedará en discursos.