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La cena en familia

La familia Pérez está reunida en torno a mí al final de un día común y corriente. Julia, una adolescente pecosa y pelirroja, intenta convencer a Jorge, su padre, para que le dé permiso para ir con sus amigas a la fiesta del próximo viernes.

-Papá, no se de qué te preocupas. Hasta Vilma que nunca va a fiestas consiguió que sus papás la dejen ir. Además, la fiesta será en casa de los Mendoza que sabes son los más conservadores del colegio.

-No sé, eres tan joven y desconoces tantas situaciones de la vida… me comentaron hace poco de una fiesta con niños de tu escuela en donde llevaron a la hija de Josefa al hospital porque le introdujeron, sin que ella supiera, una especie de droga en su bebida.

-No seas tan exagerado -dijo Julia. -Sabes que ya soy mayor y puedo cuidarme sola.

No es la primera vez que estoy en conversaciones como estas. Jorge y Amalia, dos exitosos ejecutivos, aprenden cada día cómo ser padres de un par de adolescentes. A veces se encuentran sin respuestas ante las inquietudes de sus hijos. La comida en torno a mí se convierte en momento de confidencias y a veces de regaños, desencuentros y alguna que otra lección de vida.

Amalia mira a Ricardo. El hijo menor de trece años está como siempre. Despeinado y con la ropa de deporte sucia, llena de lodo después de un agitado partido. Engulle su comida porque dejó a medias una sesión de videojuegos conectado por Internet con el resto de compañeros del grado.

-Ricardo, sabes que una de las pocas reglas en esta casa es cenar todos juntos -le dijo Amalia sin poder ocultar su enojo.

Sin mirar a su madre, Ricardo dice con la boca llena: “mamá, cuántas veces te dije que estamos a punto de conseguir un nuevo récord en Minecraft. Hice una pausa en la consola, pero mis amigos no me perdonarían que yo no hiciera mi parte”. Apenas termina de decir esto cuando se aleja y deja a su madre con las palabras en la boca.

Este es uno de los días normales. Aunque también los hay especiales, como cuando Ricardo con un llanto incontenible contaba a su padre que lo había esperado sin éxito en el partido de fútbol contra la escuela que siempre les gana. “Lo peor fue que me expulsaron por pegarle en la cara a ese desgraciado”, dijo Ricardo. Jorge, además de disculparse con su hijo, le dio una lección importante de aprender a dominar el carácter y sobre todo de que en el deporte no siempre se gana. Otro momento inolvidable fue cuando Amalia se desahogó con su marido por la injusta reprimenda que recibió de parte de su jefe. No quiero que piensen que mi trabajo es de tristezas y amarguras. También canté el “Happy Birthday” con la familia en varios cumpleaños. Me encanta sobre todo el bullicio de la conversación cuando vienen los abuelos, tíos y primos en los domingos. Soy el mueble más antiguo y el menos lujoso de la casa. Tengo manchas y cortes, también las patas flojas porque Jorge y Julia me obligan a molestas contorsiones cuando hacen sus tareas. Paso solitaria casi todo el día, mirando al reloj y ansiando el momento de la cena. Sin embargo, aunque los Pérez muchas veces no me valoran tanto, soy el sostén firme de esta familia. Me alegra ser el escenario de momentos tan entrañables, tristes y alegres, que llenan de contenido la vida de cuatro seres humanos a los que quiero más que a nadie.