Columnistas

Después de las elecciones de 2005 es inexplicable la participación electoral. Hay que ser ingenuo o creer que se cuenta con los reales poderes políticos y fácticos para aspirar a ganar.

En aquel entonces quedaron en la incertidumbre y en algunas bolsas la voluntad popular manifestada en las urnas. Fueron electos quienes esos barones de la política decidieron y punto.

Quizás antes fue así. De ser respetados personajes pasaron a posicionarse como delincuentes electorales. Delincuentes como cualquier otro delincuente. Pero con la impunidad con la que en Honduras, hasta ahora, han asegurado el dinero y el poder. Y eso ha tenido costos terribles, invisibles a la mayoría.

¿Qué tipo de servidor público puede resultar uno que deba rendir pleitesía a uno de esos barones, en vez de al pueblo? ¿Y si no, no alcanza un cargo en el Estado?

Precisamente lo que tenemos. Y les abundan seguidores, ya por ingenuidad, viveza o cobardía. Pero, como en las novelas románticas, esperamos que sean la valentía y el amor patrio los que triunfen algún día.

Pues es en este marco en que se destaca la denuncia del candidato presidencial liberal, avalada por su instituto político. En un acto que lo enaltece ha resaltado la desconfianza en la labor como en las contrataciones de la empresa Mapa Soluciones, que ha venido realizando el Tribunal Supremo Electoral.

Que algo no encaja en la transparencia que debe primar en la empresa responsable de procesar los resultados electorales, es claro. Así que se debe investigar.

Con los penosos antecedentes en los manejos de los resultados electorales “debe hacerse lo que se tenga que hacer” para que ya no quede ni la menor duda.

El Partido Nacional debe ser el más interesado. Hoy, cuando se cree que sería el ganador de los próximos comicios. Con el frente liberal que acabamos de presenciar alrededor de esa denuncia ya no parece tan seguro.

Las elecciones deben ser transparencia electoral. Ya no más fraude. Todos tenemos que defender la voluntad popular.