Nos asusta sobremanera que en medio de la depuración policial, familiares cercanos de los interventores hayan tenido que abandonar el país porque supuestamente oficiales separados de la institución han amenazado con tumbarlos frente a una población incrédula e ingrata ante el titánico y valeroso trabajo por baldear la podredumbre.
Da gran pesar que todos riñamos la labor de un ovejero o de miembros de la sociedad civil en la purga de gran cantidad de oficiales y subalternos señalados en asesinatos de todo tipo, además de ser brazos incondicionales del crimen organizado durante más de dos décadas. Nadie en el pasado se atrevió a tocar los deformes uniformados.
Aunque a muchos no agrade o estimen la purga como un “show” gubernativo debemos, tratando de ser ecuánimes, agradecer la enorme, silenciosa y efectiva faena que ejecutan los agentes interventores delegados por el régimen de turno para entrarle de forma afilada a los cachos malolientes. Cortar de la cabeza hacia abajo no es una tarea fácil. Es sacrificar dignos por corruptos.
Pero este riesgo en una población repleta de prejuicios, de dudas, ambiciones y compadrazgos es poco agradecido por las mayorías.
La limpieza policial tal vez no la notemos ahora, pero creemos que a mediano plazo veremos, como así anhelamos todos, advertir una Policía Nacional renovada, con agentes salvavidas y no matones.
Su limpia vale millones de lempiras por salvar nuestras vidas. Cierta parte de la ciudadanía ha altercado duramente la presencia del pastor Alberto Solórzano, quien para algunos incómodos, cabeza caliente, no puede ni debe meterse en asuntos de gobierno, según la Constitución de la República.
No obstante, Solórzano, con fe inalterable que Dios lo acogerá de inicuos policías depurados, es el único que no sacó su familia del país, el resto la mandó al exilio por defender a más de ocho millones de hondureños que poco o nada aportamos por el bienestar general.
Sacudirse a poderosos liados con el crimen no es nada fácil. Si quienes solo ordenan no aportan ni ponen el pecho mejor les haría quedarse calladitos.
*Periodista