Cuando nos caemos nos levantamos rápidamente, sea por vergüenza que alguien nos mire y seamos la risa del momento o por el instinto de que si se cae hay que levantarse, algo que aprendemos desde la tierna edad cuando aprendemos a caminar, caída tras caída nos hace levantarnos del suelo y proseguir, la vida es así: caes, te levantas, prosigues.
Cada amanecer nos invita a levantarnos, las faenas del día están listas, desde hacer la cama, como dice mi madre, hasta preparase para ir al trabajo, el agricultor para no quemarse durante las horas más duras del sol, madruga, con azadón, machete y hacha va al campo, tiende los surcos rompiendo la hermosa tierra y después riega la semilla, año tras año la labranza espera, la tierra espera y la cosecha al fin se disfruta.
Aquel que tiende el cordel para medir la geografía y trazar las carreteras que unirán los pueblos del país, aquel que se afana haciendo sus deberes de la academia para alcanzar su éxito, aquel que cada madrugada amasa la harina para hacer el exquisito pan, el que barre las aceras, o simplemente el bebé que con su sonrisa candorosa nos hace levantar para preparar la mamila.
Somos seres que sabemos que es imperativo levantarse después de caer; no es fracasar si caes, es simple aprendizaje. Así es, cuando fallamos o erramos no tomamos ciertas variables cuando emprendemos una empresa, luego examinaremos cuáles fueron las equivocaciones, los factores a seguir y modificarlas para alcanzar el éxito, no alcanza el éxito quien no ha caído, errado o fallado.
Y nos fuimos a ley e hicimos una Constitución que señalaría el camino a seguir para obtener el bien común del soberano, más fue un chasco, vendimos la patria a extranjeros que hicieron sus bases militares porque ellos tenían que jugar a la guerra, los muertos, sí, los muertos, los pusimos nosotros, y el conflicto cesó después de diez años de destrucción y muerte y comenzó la migración a tierras extrañas pidiendo asilo por los crímenes de guerra o desplazado de guerra, y para apaciguar las aguas otorgaron el premio Nobel a una nación que no estaba en conflicto.
Mas tenemos que levantarnos. Cómo deseamos que la nueva Corte Suprema de Justicia -que ha estado cooptada por los poderes fácticos- sea elegida con hombres y mujeres probos que ejerzan la justicia como la diosa Temis, sin ver el traje de casimir o la tela de algodón, justicia para todos; que el nuevo Ministerio Público no engavete los actos bochornosos de delito y que se investigue sin ver el collar de oro ni el pañuelo de seda y aplicar los medios probatorios para que el hechor pare en las ergástulas a pagar su delito.
“Qué dicha más grande nacer en Honduras”, ¿cuándo se realizará este sueño? Más el aprendizaje se va dando día a día, algún día saldrá un verdadero hondureño que ame la tierra donde nació, su gente laboriosa y ejerza su poder emanado desde el soberano para que el sol de la esperanza vuelva a brillar y que con las caídas que hemos tenido recordemos que es ¡imperativo levantarse!