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Hay diálogos complicados y este

Aquí, afuera del diálogo nacional estamos todos los demás: los hondureños que sobrevivimos el día, los que heroizan la jornada, los que gastan las esperanzas, los que trampean, los que odian en Facebook, los que roban, los que matan, los que sueñan, los que dicen amén, los que dicen palabrotas y los que chismorrean; en fin, la sociedad, rota, desgarbada, dividida. Esa conversación entre políticos podría ayudar, si fuera con ganas.

El diálogo ha sido agotador, larguísimo, repetitivo, porque hasta ahora solo se ha negociado el juego de poderes; es tiempo de pasar a la negociación categórica, al conflicto. Y es normal, porque se trata de reuniones entre políticos, que invariablemente pelean para demostrar quién manda y quién es el mandado, antes de ocuparse de lo que ha obligado las conversaciones.

Las discusiones fuera y dentro de la sala del diálogo han dejado cuatro grandes temas: las fundamentales reformas electorales, que garanticen transparencia y credibilidad en las votaciones; los derechos humanos, que permitan investigar las muertes durante las protestas poselectorales y la excarcelación de protestantes; el análisis del proceso anterior y denuncias de fraude; y el fortalecimiento del Estado de derecho. Todo recogido en un comunicado de la ONU en Tegucigalpa que gestiona los encuentros entre los políticos.

¿Por qué fracasan las negociaciones? Porque los actores, los negociadores, no tienen claros los objetivos que los convocan, entonces no saben qué buscar y las reuniones pasan entre anécdotas, desconfianzas y extravíos. Obviamente, también puede ocurrir que alguien confunda las cosas a propósito para ganar tiempo o estropear los acuerdos; cualquiera de las partes podría estar rociada de egoísmo y sordidez.

Y es que las posiciones políticas se bifurcan entre lo que se dice públicamente y lo que realmente pasa; eso ralentiza la negociación. Han pasado quince reuniones y el avance es mínimo, parece que no comprendieran las partes que un acuerdo incluye ceder en ciertos aspectos y ganar en otros. Tienen mente de escasez, dirían los negociadores empresariales, como repartir un pastel en partes desiguales, si a uno le toca mucho a otro poco, entonces aconsejarán cambiar a una mente de abundancia, donde todos reciban lo mismo.

Desde la psicología les dirían: ¡Señores, comunicación asertiva! Es decir, mantener una actitud de defensa de sus principios, valoraciones y puntos de vista, pero sin confrontaciones rencorosas, reproches ni descalificaciones contra el otro ¿Es difícil? Por supuesto, si no, no habría estudios especializados y profesionales para eso.

A cualquiera le pasa, si su interlocutor se manifiesta intimidatorio, asoma alguna amenaza, atenta contra su dignidad o expresa algún juzgamiento arbitrario, no solo obliga a defenderse del acusador, sino a atacarlo; esto forma un círculo de descréditos mutuos que imposibilitan una negociación. Un negociador tiene que saber conciliar, y aunque solo ponga por un beso la otra mejilla, al menos, puede evitar el conflicto.

Hasta ahora son cuatro mesas de diálogo y la ONU ya nombró a los facilitadores extranjeros, con experiencia en asuntos políticos de la región y descontaminados, por supuesto, de todo este rollo que vivimos los hondureños desde hace tiempo, peleándonos por partidos y banderas. También el gobierno se compromete, como todos los participantes, en reconocer y respetar los acuerdos a que se lleguen. Entonces parece que la cosa va.

La historia cuenta de sociedades más empleitadas que la nuestra que se reencontraron en busca de una causa común de justicia y prosperidad, y todas contaron con acuerdos entre sus grupos sociales, incluidos los insufribles políticos. Ojalá que el diálogo fuera el inicio de ese camino