La pandemia de gripe española dejó lecciones para enfrentar futuras epidemias. Habiendo infectado a más de un tercio de la población mundial y cobrado la vida de casi un quinto, la academia le ha dedicado innumerables horas de estudio a los factores virales, humanos y sociales que la caracterizaron. Tal y como muestra un reportaje de BBC Mundo (ver https://www.bbc.com/mundo/noticias-45785975) del 11 de octubre de 2018 -un poco más de un año antes del brote de Wuhan- profesores de las universidades de Melbourne y Queensland en Australia destacaron tres aprendizajes de la interacción de esos factores.
El primero es la necesidad de vigilar el potencial pandémico y la transmisión de los virus. Hoy la ciencia ha avanzado para evaluar sus efectos y alcances en humanos y animales, conocer sus mutaciones, su forma de contagio y cómo los afecta el contexto cambiante (un mundo más interconectado, el cambio climático y su impacto en las especies de aves, por citar un par). La segunda lección es la importancia de las medidas de salud pública para reducir la transmisión de una enfermedad: en 1918 prohibir reuniones públicas y promover el lavado de manos ayudaron a reducir infecciones y muertes, especialmente cuando se adoptaron temprano y durante toda la duración de la pandemia. En palabras de la profesora Carolien van de Sandt: “Una respuesta pública bien preparada puede salvar muchas vidas”.
El tercer aprendizaje es que la demografía poblacional juega un rol clave. Quienes más sobrevivieron en 1918 fueron adultos mayores que habían estado expuestos a otros virus en el pasado, mientras los más afectados fueron los adultos jóvenes y principalmente por infecciones bacterianas secundarias que en pandemias posteriores fueron contenidas con antibióticos. Lamentablemente, el abuso de estos modernos remedios ha provocado un aumento de la resistencia a los mismos y el riesgo que sean inútiles o insuficientes ante nuevas pandemias. De ahí que el suministro de vacunas tendrá que tomar en cuenta los diferentes grupos de edad, así como factores virales y de acogida, recalcó Van de Sandt.
Después de 1918, el mundo enfrentó al menos tres pandemias de gripe: la gripe asiática de 1957, la gripe de Hong Kong de 1968 y la gripe porcina de 2009; en todas ellas, muchas personas lograron sobrevivir y otras solo mostraron síntomas leves, ayudando a especialistas a ampliar sus conocimientos para la siguiente pandemia, de fecha y virulencia inciertas. Aun siendo legos, podemos distinguir qué países aprovechan hoy estos saberes en su estrategia para prevenir y enfrentar el Covid-19. No hay que ser experto para valorar que la única constante que ha hecho la diferencia en esta crisis es la voluntad de aprender de los errores y aciertos del pasado. (Continuará).