on la presencia de la brigada médico-cubana, los paisanos comieron carne asada de burro y de caballo. Varios no se dieron cuenta de ello y, otros que se percataron, quisieron devolver lo ingerido.
Los caribeños consumen alto grado de trago fuerte (ron), pero aquí agarraron la costumbre de beber cerveza, porque es la bebida preferida de los costeños hondureños.
Roberto, uno de los médicos jóvenes, de los que vinieron de La Mosquita, al pedir que le trasladaran al percatarse de las finas atenciones recibidas aquí, al ser visitado por Milton Romero, periodista de la localidad, invitó a este a beber una cerveza que se elevaron a más.
Cuenta Milton que a la hora de estar allí, su nariz percibió el sabroso olor a carne asada, proveniente de un anafre que estaba ubicado en el patio de la casa. Roberto, le daba aire al brasero, del cual se desprendía aquel penetrante olor. Milton recibió en sus manos una tortilla de maíz, que contenía un poco de chirmol y un tasajo de carne: una sola mascada. Las papilas gustativas estallaron de contentas en cada tarascada.
-En cierto momento me dio por orinar, claro tanta cerveza y no fui al baño del interior de la casa, sino que fui al traspatio -culata-. Ya estaba anocheciendo, afirma Milton. Al momento de hacer aguas – giro la vista hacia un guayabo y lo que veo me dejó trastornado - dice, para luego agregar- la cabeza y las patas de un caballo-.
-¡Roberto me has dado de comer caballo!
-Pero chico de que te asustas, ¿es sabrosa no?, tiene vitaminas y gran cantidad de proteínas. Ustedes no tienen la costumbre de consumirla así, pero si como carne del diablo y en comidas chinas, explicó Roberto, mientras, Milton intentaba vomitar.
Terencio Navarro (ya fallecido), vivía agradecido por las atenciones que le dieron los cubanos a su madre y a él mismo, sin cobrar un centavo. Supo, en cierta ocasión, que uno de ellos procuraba conseguir un burro para comerlo. Terencio compró dos en la aldea de Tejeras, Similia, un destazador famoso de la localidad, se negó rotundamente a matar los dos pollinos. Los mismos médicos se encargaron de destazarlos.
El mismo Terencio, regaló, al igual que un sinnúmero de otros ciudadanos: refrigeradoras, computadoras, ollas eléctricas, muebles, lavadoras, ropa, ventiladores, aparatos de aire acondicionado, etcétera, al grado que al retornar a Cuba, los primeros brigadistas, se tuvo que alquilar un camión y un bus de 60 pasajeros para que pudiera caber tantas cosas y llevarlos al aeropuerto sampedrano, donde les esperaba un avión de Cubana de Aviación. Hoy, algunos de los jóvenes brigadistas viven en Miami