Encrucijada y retos para la OEA

Mantener como principio la defensa de la democracia y el Estado de derecho en los países miembros es vital, pero en el camino hay una serie de obstáculos internos y externos que deben afrontar las nuevas autoridades de la OEA

  • Actualizado: 18 de abril de 2025 a las 00:00

Desde su nacimiento en 1948 (en Bogotá, Colombia), la Organización de Estados Americanos (OEA), surge como un esfuerzo multilateral para contribuir con el bienestar democrático de los pueblos de las Américas, con atribuciones importantes, que llegan al extremo de hablar de mantener la paz en el hemisferio, entre otros muchos de sus objetivos.

Sin embargo, desde inicios del siglo XXI, la OEA dio un paso vital ante la evidente necesidad de defender y promover la democracia, con sus principios y valores. Los 34 países miembros suscribieron la “Carta Democrática Interamericana”, un valioso tratado que coloca al organismo como claro defensor de este sistema político, con apertura hacia las diferentes corrientes ideológicas.

Es decir que puede haber gobiernos conservadores, moderados, o de izquierda, siempre y cuando, se respete la democracia y cada uno de sus principios, como son la elección libre y transparente de sus autoridades, la alternancia en el poder, el respeto del Estado de derecho y los derechos fundamentales de las personas, entre otros.

Aunque la Organización ha tenido momentos grises, la verdad es que también ha contribuido de diversas formas en medio de crisis en varios países latinoamericanos. No hay que olvidar que desde 1969 se creó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), decisiva en la defensa de las libertades ciudadanas, principalmente cuando los gobiernos abusan y se vuelven autoritarios e intolerantes.

En las postrimerías del siglo XX se crea la Relatoría de Libertad de Expresión, convertida hoy en día en un pilar importante de defensa de la libertad de prensa y el derecho de los pueblos a recibir información y expresarse libremente.

La OEA jugó también un papel importante en los procesos de transición de los regímenes militares hacia la democracia. Recientemente, ha denunciado las elecciones fraudulentas de Nicaragua y Venezuela, mientras que en el caso de Guatemala salió en defensa de la voluntad popular expresada en las urnas a favor del entonces candidato Bernardo Arévalo, mientras la justicia del país intentaba un virtual “golpe de Estado judicial”, para mantener un sistema de corrupción e impunidad.

Hay muchos logros, aunque, también hay que decirlo, ha tenido momentos y períodos grises, en los que poco o nada ha podido hacer para cambiar una realidad cruel y evidente. Haití es un ejemplo, como también lo son Venezuela, Nicaragua y Cuba, repúblicas convertidas en dictaduras impenetrables que se resisten a convivir bajo los lineamientos de la democracia.

El nuevo secretario general de la OEA, el surinamés Albert Ramdin tendrá que enfrentar grandes retos, aunque su elección por proclamación permite pensar que cuenta con pleno apoyo de todos sus miembros. Hay que recordar que su candidatura alcanzó tal respaldo, que hizo que sus contrincantes abandonaran una carrera evidentemente perdida.

Ramdin encuentra un continente y una organización con problemas por doquier: las dictaduras mencionadas, complejos escenarios políticos en Bolivia, Perú, Ecuador y Guatemala; Haití con su crisis permanente y profunda; el diferendo entre Venezuela y Guyana; la libertad de expresión enfrenta graves peligros y un retroceso en muchos países; y avance del autoritarismo en Estados Unidos y El Salvador, al menos.

Hay problemáticas que no sea han atendido hasta el momento, como es el tema migratorio, tan de moda en estos momentos y que afecta tanto a Estados Unidos como a los países vecinos de Venezuela y Haití.

¿Y qué decir de los problemas “domésticos” de la OEA? No es un secreto su permanente crisis financiera y la alta dependencia de los fondos provenientes de Washington, lo que hace vulnerable al secretario general. Por algo, Luis Almagro era señalado como “servidor” de Estados Unidos, un país que hace valer su peso financiero imponiendo algunas de sus políticas hacia la región.

Esta situación puede agravarse con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, porque, como se ha visto en los primeros meses de su mandato, tiene más reclamos hacia sus aliados que políticas de “buena vecindad”, ya que pretende que el mundo gire en torno a sus poderosos mandatos y deseos, so pena de perder su “bendición”.

Hay informes, encuestas y estudios que hablan del debilitamiento de la democracia en el continente, lo que plantea la necesidad pura y dura de que la OEA no ceda en su función primordial de defenderla a cualquier precio.

No es momento de bajar la guardia y, por el contrario, cabe esperar que se fortalezcan los mecanismos para defender el actuar y pensar democrático. Los retos y problemas son normales en cualquier organización, institución o gobierno y, podemos afirmar, existen y se presentan para ser enfrentados y solucionados. Empieza un nuevo período de la OEA. El continente necesita que sea de firmeza y determinación a favor de la democracia, las libertades y los pueblos.

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