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Eliot Engel no era bolchevique

La Lista Engel que apareció estos días en las tenebrosas rutas de Centroamérica causó escozor en la dermis de los políticos, ya que casi de inmediato el presidente Alejandro Giammattei de Guatemala acusó a Estados Unidos de pretender desestabilizar al país.

Por otro lado, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se arrinconó en sus plácidos tuits para atacar con furia la lucha contra la corrupción. También, la Presidencia de Honduras, a través de su Cancillería, emitió un comunicado en el que expresó su “rechazo categórico”, asegurando que esta lista que publicó el gobierno estadounidense es “injerencista” y que su país es “una nación soberana” que defenderá el principio de “no intervención”, “un documento motivado políticamente e injerencista”, que “denota una permanente manipulación” y una política “intervencionista”.

La carta alega que se debe respetar la dignidad y la soberanía de nuestro país, como si la corrupción respetara la dignidad de los pobres y las fronteras del crimen.La soberanía de un país se mide cuando los niños van a una escuela digna, cuando sus ciudadanos tienen empleo y comida en sus mesas, salud en sus cuerpos explotados por la riqueza ajena.

Dignidad es cuando hay condiciones mínimas para que sobrevivan esos que la corrupción y la impunidad les ha robado a los más pobres de esta nación. Ante eso, como respuesta se obtuvo que un par de ministros se arremangaran su viejo marxismo, detrás del tapial del muro de Berlín, para casi declararle le guerra al país del norte.

El departamento de Estado de EE UU con esa Lista Engel solo señala a los actores corruptos, algunos funcionarios, exfuncionarios y empresarios de nuestro tenebroso y hundido Triángulo Norte. Esperaba que se corrigieran esas fallas y no la declaratoria de hostilidad al borde de la locura diplomática, ya perdida, como las monedas del erario nacional, que no solo acaba con el bienestar de las repúblicas, sino que socava la democracia y obstruye las investigaciones sobre actos de corrupción.

Es por eso que la Lista Engel no solo es cancelar una visa, sino que es la antesala para otras consecuencias políticas y comerciales para Honduras, que aún ignora que las sanciones podrían derivar en otras de índole político y comercial. Los mecanismos sancionatorios de EE UU, entre las consecuencias más inmediatas de figurar en esta lista, implican vetos migratorios para entrar a dicho país, aunque las repercusiones van más allá.

Y tan mas allá que los gobiernos no logran verla, deberían empezar a preocuparse y empezar a atacar la lista, esa lista negra que por décadas está en los escritorios de los administradores del Estado, pendiente, dormida y escondida.

Esa lista donde figura la delincuencia, el crimen organizado, el hambre, la pobreza extrema, la trata de personas, el trabajo infantil, la sistémica violación contra los derechos humanos, la extorsión, el desempleo, la educación mediocre, la falta de crecimiento económico, la inequidad social, los bajos salarios, la inestabilidad laboral, el narcotráfico, la justicia sesgada, la injusticia como código de “honor”, la migración, el espanto de la inversión, la inestabilidad política, la debilidad institucional, la crisis alimentaria, la calamidad de salud pública, la inflación, las amenazas al medio ambiente, la falta de políticas públicas y protección social, los sistemas de pensiones inadecuados y la falta estructuras igualitarias en el país, es la gran tarea pendiente y no es con repartir migajas que se va a reducir la pobreza, menos con el venenoso discurso, la falta de soberanía, de nacionalismo y de moralidad es cuestión de hambre.