Tras la ruptura del orden constitucional cuando correspondía al Congreso seleccionar al ganador de las elecciones de 1954, en que el candidato liberal Villeda Morales obtuvo mayoría relativa mas no absoluta de sufragios, tal como ordenaba la Constitución vigente, no lográndose obtener quorum diputadil para tal efecto, asumió los poderes estatales el vicepresidente del gobernante Gálvez, Julio Lozano Díaz, como jefe de Estado.
Su intención de convertirse en presidente constitucional vía convocatoria a una Asamblea Constituyente fue impedida por la oposición cariísta, por lo que se recurrió a convocar a elecciones el 7 de octubre de 1956, precedidas de fuerte represión policial que provocó el exilio y encarcelamiento de la oposición. De tal magnitud fue la manipulación electoral que el oficialismo recibió el 90% del total de sufragios emitidos y la totalidad de las diputaciones. El repudio ciudadano motivó a las Fuerzas Armadas, de reciente creación como tales, a derrocar a Lozano el 21 del mismo mes e integrar una Junta Militar de Gobierno integrada por un triunvirato: Roque J. Rodríguez, Roberto Gálvez Barnes y Héctor Caraccioli.
Este golpe fue el segundo en la historia política hondureña: el primero ocurrió en 1904 cuando el mandatario Manuel Bonilla ordenó la captura y encarcelamiento de varios diputados y la disolución del Legislativo. El historiador Darío Euraque sostiene que la defenestración de Lozano “representó un viraje decisivo en la reestructuración del sistema político hondureño desde la Segunda Guerra Mundial.
Además de representar la primera intervención moderna de las Fuerzas Armadas en el gobierno nacional... merece destacar las personalidades civiles involucradas en el golpe y la trayectoria administrativa del gobierno militar de 1956-1957.”
Uno de los tecnócratas participantes fue Jorge Bueso Arias, quien dejó testimonio de su participación en el ensayo “Lo que viví durante e inmediatamente después del golpe del 21 de octubre de 1956” (Tiempo, 21 octubre 1991). Retomando a Euraque, afirma: “El contexto para el golpe de 1956 se generó por diversas causas: por el ascenso del Partido Liberal después de 1949 y su movilización de apoyo a la clase trabajadora; por las luchas alrededor de las elecciones presidenciales de 1954, que por primera vez, desde la dictadura de Carías, permitieron una ruptura en el sistema político controlado por caudillos, y por el proceso económico más a largo plazo... que mostró como arcaico el caudillismo tradicional y despertó nuevas ambiciones políticas entre los líderes militares” (El capitalismo de San Pedro Sula y la historia política hondureña, 1870-1972. Tegucigalpa, Guaymuras, 1997, pp. 121-122). Tres oficiales castrenses poseían tales ambiciones: Roque J. Rodríguez, destituido por el ahora diunvirato, Armando Escalón y Oswaldo López Arellano, desde su cargo de ministro de Defensa.
Fue el quien logró concretarlas hasta ser removido por un golpe de barracas en 1975. Igual suerte correrían, años después, Melgar Castro y Álvarez Martínez. A partir de 1956 fue creciendo la primacía del poder militar a expensas del control civil, provocando nuevos golpes de Estado: en 1963, 1972, 2009. Pese a su importancia en la institucionalidad nacional, las Fuerzas Armadas han sido poco estudiadas, en sus orígenes, evolución, crisis internas, excepto las investigaciones debidas a Leticia Salomón, Matías Funes h., Steve C. Ropp. Aguardamos nuevos aportes tanto por académicos civiles como uniformados.