El término geopolítica se utiliza mucho; en el sentido más amplio, geopolítico significa mirar factores como la geografía pero también el clima o la demografía en su influencia en la política exterior de un Estado. Que un país tenga ríos navegables, desiertos mortales o montañas difíciles de conquistar, nos guste o no, afecta la acción política. La política es dinámica, pero la geografía no.
Recientemente escribí sobre la retirada de las tropas de la OTAN de Afganistán y la llegada al poder de los talibanes. El último avión estadounidense salió de Afganistán el lunes con el embajador a bordo. La debilidad del joven Estado afgano también se debió a la geografía y la demografía. Además el análisis geopolítico facilita una vista hacia el futuro.
Aparte de la trágica consecuencia de que los derechos humanos no son respetados por el regreso del régimen talibán, existen otras implicaciones geopolíticas: sería lógico suponer que China con su esfera de influencia no perderá la oportunidad de ampliarse al vacío de poder creado en Afganistán.
Para China, cuya población y actividad económica se concentran en la costa este del Lejano Oriente de Asia, una fuerte presencia en Afganistán sería una extensión de la esfera de influencia cuasi directa hasta la frontera de Irán en el Medio Oriente. Esto también correspondería visiblemente a las ambiciones de China en la concepción de varias “nuevas rutas de la seda”.
Afganistán podría integrarse en el eje de infraestructura chino-pakistaní y China podría beneficiarse de las reservas de materias primas afganas, estimadas en un billón de dólares. China ya está actuando: en 2008, dos empresas chinas obtuvieron una licencia minera para depósitos de cobre, cuyo valor se estima en 50 mil millones.
Hasta aquí la teoría. Los mismos factores geográficos también plantean desafíos para China. El severo ataque terrorista llevado a cabo por la facción local del Estado Islámico con al menos 182 muertos hace unos días revela la aprobación de los talibanes o su incapacidad de brindar seguridad. Este es el primer problema que se plantearía China: Afganistán podría volver a convertirse en un refugio para terroristas que difícilmente pueden ser controlados por el régimen talibán (nota la ironía).
La geografía y la fragmentación sociopolítica hacen que el país sea difícil de controlar, también hay una infraestructura y red de internet poco desarrollados y un ingreso promedio dramáticamente bajo. Para aprovechar los recursos naturales, algunos de los cuales solo se presumen, y beneficiarse geopolíticamente, China y sus empresas tendrían que asumir considerables riesgos financieros y políticos. Es más probable que las preocupaciones sobre la influencia expandida de China solo se hagan realidad de manera limitada, al menos en Afganistán. No sería por primera vez el lugar de fracaso para una gran potencia.
Recientemente escribí sobre la retirada de las tropas de la OTAN de Afganistán y la llegada al poder de los talibanes. El último avión estadounidense salió de Afganistán el lunes con el embajador a bordo. La debilidad del joven Estado afgano también se debió a la geografía y la demografía. Además el análisis geopolítico facilita una vista hacia el futuro.
Aparte de la trágica consecuencia de que los derechos humanos no son respetados por el regreso del régimen talibán, existen otras implicaciones geopolíticas: sería lógico suponer que China con su esfera de influencia no perderá la oportunidad de ampliarse al vacío de poder creado en Afganistán.
Para China, cuya población y actividad económica se concentran en la costa este del Lejano Oriente de Asia, una fuerte presencia en Afganistán sería una extensión de la esfera de influencia cuasi directa hasta la frontera de Irán en el Medio Oriente. Esto también correspondería visiblemente a las ambiciones de China en la concepción de varias “nuevas rutas de la seda”.
Afganistán podría integrarse en el eje de infraestructura chino-pakistaní y China podría beneficiarse de las reservas de materias primas afganas, estimadas en un billón de dólares. China ya está actuando: en 2008, dos empresas chinas obtuvieron una licencia minera para depósitos de cobre, cuyo valor se estima en 50 mil millones.
Hasta aquí la teoría. Los mismos factores geográficos también plantean desafíos para China. El severo ataque terrorista llevado a cabo por la facción local del Estado Islámico con al menos 182 muertos hace unos días revela la aprobación de los talibanes o su incapacidad de brindar seguridad. Este es el primer problema que se plantearía China: Afganistán podría volver a convertirse en un refugio para terroristas que difícilmente pueden ser controlados por el régimen talibán (nota la ironía).
La geografía y la fragmentación sociopolítica hacen que el país sea difícil de controlar, también hay una infraestructura y red de internet poco desarrollados y un ingreso promedio dramáticamente bajo. Para aprovechar los recursos naturales, algunos de los cuales solo se presumen, y beneficiarse geopolíticamente, China y sus empresas tendrían que asumir considerables riesgos financieros y políticos. Es más probable que las preocupaciones sobre la influencia expandida de China solo se hagan realidad de manera limitada, al menos en Afganistán. No sería por primera vez el lugar de fracaso para una gran potencia.