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El nuevo pasatiempo: salvar un país

Cuando me veo plantar los ojos frente a una pantalla para seguir leyendo más historias en los tugurios cibernéticos no puedo pensar muchas cosas más allá de que la sociedad en la que vivimos tiene un dulce y atractivo nuevo pasatiempo: salvar el país.

La responsabilidad de estar informado, de ser consciente de lo que sucede alrededor, la misma naturaleza de la indignación ante la injusticia y la corrupción han pasado a ser parte de un aparato de comedia en la que todo lo serio que le pueda pasar a un país, a una ciudad, a una comunidad, es objeto de risa.

De poco le sirve a un país que sus millones de usuarios de las redes sociales ridiculicen a un corrupto con memes y estados, por ejemplo, si eso no se traduce en acciones concretas en pro de la sociedad ni en un acto de justicia.

Esa hiperconectividad natural de estas horas de la humanidad corre el grave riesgo de normalizar aquello que en su esencia no deja de ser condenable.

Algunos hechos de entera delicadeza son tratados con liviandad.

Solo alguien más que ciego se atrevería a negar lo valioso que resultan las plataformas virtuales para la información de una sociedad, pero hasta el momento no ha demostrado que se traslade a la acción.

Las personas que están trabajando por la justicia de Honduras lo hacen desde la práctica.

Además que parece que al alguien compartir una noticia o difundir un mensaje “denunciando”, siente que ya puso su “granito de arena”, digamos que le da cierta comodidad.

Y lo grave es que la denuncia, el verdadero aprecio por nuestros pueblos y la incomodidad por la corrupción pasen a ser un pasatiempo más.

Es como si lo que se ve a través de una pantalla no pareciera lo suficientemente cierto como para hacer algo al respecto, como si lo que se ve tuviese algo de fabulación.

Es como si en el fondo aún esa pantalla pareciera una televisión, una de esas que solo proyectan ficción.

Por otra parte, al recibir una avalancha de información, de bromas, de comentarios sobre un hecho repugnante lo único que se provoca en la masa poblacional es que el tema pase a ser algo normal, cotidiano, con lo que se puede vivir así respire en cuello.

Es definitivamente interesante lo que sucede en estas ya cada vez menos nuevas vías de información.

Memes, desde un tugurio cibernético, cualquier pueblo, incluso en su mayor ignorancia, los hace.

Es destacable para un pueblo como el hondureño que a pesar de todo se tome con tan buen humor lo que le sucede, incluso aquello que es digno de tristeza y de llanto.

Solo quizá se ha confundido un poco, y quiere, desde un dispositivo móvil o desde una portátil, salvar un pueblo.