El jubileo bíblico implica cuatro mandatos económicos: 1. “Los que habían tenido que empeñar su propiedad la recobrarán”; 2. “Los esclavos regresarán a su familia”; 3. “No sembrarán ni segarán los rebrotes, ni vendimiarán la viña sin cultivar”; y, 4. “Pagarás a tu prójimo de acuerdo al número de años transcurridos después del jubileo y, según el número de años de cosecha, él te fijará el precio de venta: cuantos más años queden, tanto mayor será el precio; cuantos menos años queden, tanto menor será, porque lo que él vende es el número de cosechas”.
Lo planteado en el capítulo 25 del Levítico está fuertemente empapado de la cosmovisión religiosa del pueblo judío, cuyos rasgos describimos a continuación. Debemos establecer que de acuerdo a ese pensamiento, la tierra le pertenece a Dios, por lo que el pueblo israelita únicamente es su beneficiario temporal. Se asemeja un poco a que toda la tierra le perteneciera al Estado, mientras que los ciudadanos solamente podrían recibirla en concesión por algunos años.
Adicionalmente, también el pueblo judío es posesión de Dios, por lo cual no pueden ser esclavos permanentemente, ya que el mismo Creador los liberó de la esclavitud de Egipto, y no desea permitir que retornen a su vieja condición. Finalmente, tal concepción supone que Dios es ambientalista y amante de su creación, por ello desea que la tierra descanse y se reponga, sin permitir que sea explotada en forma desmedida e irracional.
Dios se revela así como un ser justo, ya que a todos los israelitas se les debe pagar un precio legítimo por sus tierras y por su trabajo, especialmente cuando son pobres y tienen que alquilarse a favor de otros. No estoy seguro que el contenido del jubileo se haya aplicado en algún momento de la historia; pero lo que me resulta admirable es que conlleva un planteamiento económico justo y solidario como muy pocos